Me comentaba un amigo que, en la construcción de imágenes en poesía, aun tiene gran importancia lo apuntado por el poeta norteamericano Erza Pound -un conocedor de Confucio y de claras tendencias fascistas- en el sentido que "el valor nominal de las palabras escogidas, se sacrifica, se deforma y se intercambian entre si, al servicio de una construcción novedosa" (1), privilegiando la imagen sobre el verso. El propósito era aprehender lo fugaz y transitorio de la imagen. En ello se dieron un marco teórico y reglas.
En una vuelta de tuerca nada novedosa, trabajamos con Paula en la representación verbal -texto- a partir de una visual, en un proyecto que se presentará en la Biblioteca de Santiago durante diciembre de 2016. Trata sobre la incidencia del comportamiento emotivo de los adultos sobre personas en la infancia, particularmente entre padres e hijos. Lo que nos interesa es reflejar una situación, existente al día de hoy, para luego intentar cambiar esa realidad. El aporte de Paula Navarro en esto es fundamental. Así queda reflejado en la entrevista que aparece en Galaxia UP, realizada por Denisse Hidalgo, la que repoducimos in extenso. Además, la fotógrafa participará en Curacavi en un taller de Fotografía Callejero, una de sus pasiones, en actividad propiciada por CORDESCU, que recientemente trajo a Curacaví al poeta Germán Carrasco.
"Yo me descubro en cada persona que fotografío".
Paula transforma su fotografía en evidencia, en testimonio gracias a su capacidad de atrapar trozos de tiempo, de espacio; su cualidad de plegar el pasado y traerlo al presente, transformando todo lo que vemos en verosímil; residuos atrapados en la memoria que su fotografía es capaz de autentificar que aquello que fue, sigue siendo.
La fotografía como sistema convencionalizado de representación, como intento de volver a presentar siempre una parte de lo real, se transparenta en el ejercicio que realiza Paula Navarro al intentar captar un momento, un trozo de acontecimiento, un lugar específico, un objeto determinado, un rostro. Es ahí donde la artista cumple un rol específico; el de traspasar mediante su “ojo-cámara” el fragmento móvil de tiempo y espacio, capturándolo en un solo click del obturador.
Hombre y máquina entonces, se conjugan para traspasar el movimiento y cambio constante de la realidad a una especie de quietud temporal de la imagen fotográfica. La fotografía de Paula se transforma en la captura de un instante, en la inmovilización de un objeto, en la paralización de un acontecimiento. Mediante su fotografía, descubrimos el espacio insoslayable de la simple mirada cotidiana, de lo sensible, de lo emotivo en la mirada del otro, de esa otredad que se manifiesta en la imagen como un reflejo de uno mismo, como un duplicado de nuestra propia existencia. Se nos presenta como una nueva mirada del mundo, como una nueva forma de enfrentarnos a lo real .
¿Cómo te iniciaste en la fotografía y cómo se definió tu rumbo?
La fotografía siempre ha sido parte de mi vida de una manera metafórica e inconsciente al inicio. Desde pequeños vamos guardando recuerdos en nuestra memoria, y a medida que crecemos volvemos a ellos una y otra vez, sea cual sea la motivación de esta evocación. Tuve mi acercamiento más concreto a la imagen a través de una tía, quien era la que poseía la única cámara análoga más cercana en mi entorno. Ella se encargaba de retratar todos los momentos espaciales de la familia: cumpleaños, juntas familiares, vacaciones, en fin. A mí me llamó la atención desde pequeña esa agradable sensación de revivir situaciones, emociones a través de esas imágenes, e incluso conocer otras realidades de mi familia. Por eso las veía una y otra vez, me encantaban los álbumes familiares y cuando los abríamos, iban saliendo más historias habladas de ese momento único, eso era y es magia para mí. Creo que esa fue la forma en que me inicié en esto, sin saber que se convertiría en una forma de vida.
Mi rumbo se definió con una simple pregunta. Después de salir de la Educación Media te preguntas qué quieres hacer de tu vida. Si bien, yo estudié en un Instituto Comercial y tenía conocimientos de venta y publicidad, no era lo que me motivaba. Lo estudié porque tenía que salir con algún conocimiento al campo laboral, considerando que probablemente no tendría los medios para costear una carrera. Soy hija de mamá soltera. Ella en esos tiempos overlista, singerista, ganaba muy poco, y la situación nunca fue fácil, aunque me siento afortunada de que haya sido así ahora ya viéndolo desde otra vereda. Cuando salí del Liceo me puse a trabajar en ventas. Nunca me gustó eso de las comisiones y los horarios tan esclavizante de los vendedores, pero tuve mucha suerte porque trabajé en muchas cosas y agarré experiencia, aunque principalmente conocí muchas realidades. Entre trabajo y trabajo, me compré una cámara análoga y luego una digital de esas compactas y replicaba lo mismo que había aprendido de mi tía. Ya de grande, como a los 27 años -y aquí se viene la simple pero gran pregunta que cambió mi vida por completo-, conocí a un chico que me mostró otra forma de ver la vida, a través de la poesía, de los libros, de lo que realmente a uno le llena el corazón y el alma y me dijo: ¿Qué es lo que más te gusta hacer Paula? Y yo le dije: hacer fotos. Y el me dijo: entonces hazlo. Esa respuesta tan simple, cambió mi vida por completo. Desde ese momento decidí que quería estudiar Fotografía, entender más su lenguaje y cómo hacer fotos que transmitieran lo que yo quería mostrarle a los demás. Pasó un año para que pudiera organizarme con los gastos que esto conlleva, considerando que yo misma me pagué los estudios, los cuales nunca terminé. Nunca quise recurrir a créditos que me tendrían endeudada por largo tiempo, así que así comenzó mi travesía fotográfica.
¿Por qué la foto callejera?
Mientras estudiaba en Alpes y luego en Los Leones -lugares de los que me tuve que cambiar por temas laborales-, comprendí que había una gran gama de líneas fotográficas y yo lo único que tenía claro en ese momento es que me movía lo social, es decir, lo periodístico y no lo publicitario (después entendí que lo publicitario también se puede aplicar a otras áreas más artísticas y de expresión personal a las que respeto muchísimo hoy en día, aunque no llamen mi atención). Esas eran las ramas a las que uno podía acceder en estos Institutos en mis tiempos. Pues bien, me decidí por Fotografía Periodística en ambos y allí conocí a profesores y compañeros de estudios de los que aprendí muchísimo. Claramente había elegido bien, lo mío era y es la calle. Aunque intenté hacer foto de boda y de bautizos, no me llenó el alma. Si bien, ganaba dinero, no me gustaba que fuese tan cuadrado todo, no me motivaba, aunque conozco algunos fotógrafos que trabajan estas áreas de manera maravillosa, aplicando toda la creatividad a aquellos momentos tan repetidos y cotidianos en estos eventos. Lo mío eran las historias, eran las personas anónimas, no las de las revistas y las de la tele, sino la señora de la casa, el obrero, la cotidianidad de los días. Sentía y siento que hay algo hermoso ahí, algo grande, que es esencial para mí rescatar y mostrar a los otros, a mí misma. Yo me descubro en cada persona que fotografío. Es como que abriera una ventana y esa persona anónima me enseñara a romper mis prejuicios, me hiciera más humana. Me muestra un mundo ajeno, pero tan parecido al mío en lo esencial de la vida, el contacto con los otros y que muchas veces olvidamos.
¿Cuáles son tus principales influencias en la fotografía?
¡Muchas! De todos tienes algo que aprender. Con las que comencé son Cartier Bresson, Sergio Larraín, Antonio Quintana, Paz Errazuriz, Cristina García Rodero y muchos otros de antaño que siguen más o menos la misma línea fotográfica. Con ellos aprendí ese gustito por el blanco y negro y la sencillez de la vida cotidiana, de las personas simples pero que conforman todo un mundo muchas veces ignorado. Ellos trabajan con la humanidad que para mí y mis intereses personales, son muy importantes.
¿Cómo es un día de trabajo fotográfico para ti? ¿Planificas tus proyectos o las imágenes se te presentan al azar?
Nada es al azar creo yo. Lo primero que debes tener es la motivación por salir a fotografiar. Generalmente voy con una idea de lo que quiero, pero en el camino me encuentro con tantas cosas, ¡Tantas! Es como si las fotos me hablaran: “aquí estoy, esperando por ti, para que aprendas algo de mí, de esto, de aquello”. Otras veces la suerte aparece también, pero creo que es porque algo estoy haciendo bien que me regala tal o cual imagen.
En tus fotografías se percibe una fuerte carga emotiva, ¿Qué pasa contigo cuando estás fotografiando, ¿Cuánto hay de catarsis y autopurificación en tu trabajo?
Mucha la verdad, hay veces que me pongo a disparar porque algo llamó mi atención de una manera muy inconsciente tal vez (hay momentos en los que nos soy tan consciente y en otras que sí). Es en este proceso muy rápido que algo pasa, una mirada, una palabra, un gesto del fotografiado que me hace pensar en todo lo que significa aquello que tengo frente y me conmuevo con facilidad. No sé qué tan bueno sea eso, pero me pasa y trabajo a diario para que los problemas de los otros no sean los míos, sino más bien ser una especie de puente entre los que sólo se ven a sí mismos y sus problemas y no los de los demás y cómo viven los demás. En esto claramente me incluyo. Trabajar con imágenes me ha ayudado a ir rompiendo esta forma de vida que se está haciendo cada vez más habitual, el “yoyoismo”. Espero ser puente de unión de que ese otro, al igual que uno, pasa por situaciones similares. ¡Cambia todo con una sonrisa! Una mirada más amable y no tan juzgadora y prejuiciosa, pero se nos olvida eso a veces, que somos humanos y no una religión o raza o tendencia política o incluso de tal o cual clase socioeconómica. Todos somos personas que tenemos que trabajar para subsistir, independiente de las diferencias que este camino conlleva. Somos humanos que sufrimos, amamos, reímos muchas veces por las mismas cosas o situaciones cotidianas, y es ahí donde apunta mi trabajo fotográfico, mostrarle a los otros cómo voy descubriendo eso en cada imagen, generar esa catarsis también en el que observa. Ojalá lo logre. Claramente tengo una cercanía con la clase obrera trabajadora porque es desde donde provengo. Quizás más adelante, no lo sé aún la verdad, experimente en otros sectores socioeconómicos mi fotos. Esto es un proceso muy personal.
Yo fotografío para mí y he tenido la suerte de que a la gente le gusta mi trabajo y extiendo ese descubrimiento a los demás. Hay que ir tiempo al tiempo, escuchándose a uno mismo. Alguien me dijo por ahí que mis fotos son una especie de autorretrato, creo que sí lo son, porque hablan de cómo voy conociendo mi entorno y a mí misma conectándose con este.
Reflexionando sobre la fotografía contemporánea, ¿Qué relación ves entre técnica fotográfica y cultura?
Creo que hoy en día hay mayor libertad para generar espacios de creación personal y eso es muy bueno. En relación a la técnica fotográfica creo que ayuda bastante, son las herramientas que se nos entregan cuando comenzamos a descubrir este mundo de la fotografía, las primeras bases, pero ya con el tiempo son las ideas las que complementan este proceso de creación, de tu versión de la realidad, de aquel mensaje que quieres entregar al otro o cómo te muestras al mundo a través de esta imagen, cómo retratas a ese otro, en fin. Creo que eso va generando una cultura de fotógrafos más abiertos a los cambios y eso me agrada bastante, porque permite a tantos otros conocer las diversas miradas del mundo. Eso amplía la creatividad y aprendemos a valorar las distintas formas de expresión que la fotografía permite, aunque en este proceso creo que falta algo más de autocrítica y también apreciar y valorar el trabajo de otros que han estado antes que nosotros. Hablo de los fotógrafos chilenos y extranjeros que en sus diversas áreas, artísticas, periodísticas, documentalistas. Tantos que no han sido debidamente apreciados, considerando que a través de ellos hemos conocido parte de la historia de este país, de las diversas miradas, al país que pertenezco según mi papel de nacimiento.
¿Cuál es tu mirada para lograr un camino al éxito o reconocimiento como fotógrafo latinoamericano?
La verdad desconozco el camino, solo sé que esto es una forma de vida, por lo menos para mí lo es. Eso he aprendido con el tiempo, y siguiendo a gente muy reconocida en el medio fotográfico, que su amor y pasión los ha llevado a ser seguidos y admirados por muchos. Yo admiro sus imágenes, su constancia y perseverancia en este estilo de fotografía que no es bien remunerada para los que viven exclusivamente de ella. No es mi caso, aunque me encantaría que eso pasara algún día, confío en que así será. La fotografía es un acto de descubrimiento, de expresión, esta se debe hacer por amor sin duda, no por reconocimiento. Como como dicen por ahí “la fama va y viene” y si no haces fotografía porque te mueve las entrañas, cuando se valla la fama, quedarás vacío. La verdadera fotografía para mí es todo lo contrario, te llena los espacios vacíos, te llena de conocimiento.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Cuáles son tus proyectos futuros?
Solo hago fotografía de calle, retratos, no como un trabajo remunerado, sino como forma de vida. Además de fotos de mi autoría, trabajado para un proyecto junto a un pintor, un escritor y una ilustradora, llamado Inteligencia Emocional a través de las Artes. Va tomando un rumbo bastante interesante y me tiene muy motivada a seguir aprendiendo y leyendo para poder entregar los conocimientos adquiridos a otros con una buena base y con mi propia experiencia del proceso.
Fuente: http://galaxiaup.com/entrevista-a-la-fotografa-chilena-paula-navarro-yo-me-descubro-en-cada-persona-que-fotografio/
(1): Juan Malatesta: La imagen poética, la asonada americana.