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La Verde

A propósito de los problemas de transporte en Curacaví, permítanme viajar a un recuerdo infantil de fines de los 60: una vetusta “micro” de color verde chillón, muy visible desde lejos, que venía desde Casablanca y que, esforzada pero oportunamente, pasaba recogiendo pasajeros del sector Santa Julia y todo el oeste del valle por la actual ruta 68. Como por entonces se estilaba que se admitieran familias campesinas como “inquilinas” en los fundos, para trabajar “de sol a sol” a cambio de un techo y un pedazo de tierra para la “chacrita”, muchos escolares del sector repletábamos el pasillo de “la verde” para llegar, antes de la campanada de inicio en la Escuela 285, actual “Valle del Puangue”; lindo nombre que hace referencia al extinto estero y balneario que le dio vida a Curacaví, Q.E.P.D.

Éramos una de las pandillas “de los fundos” que solíamos jugar en los recreos; niños y algunas niñas, las menos tímidas y siempre más escasas de lo que nosotros quisiéramos, es que en general éramos bien “guasos”. Después de clases, esperábamos juntos “la verde”, en su siempre fiel retorno desde Santiago, bastante puntual para la precariedad vial de la época; el paradero estaba en el frontis de uno de los cines que hubo en el pueblo y que actualmente es un supermercado; allí, a veces, para entretenernos, jugando al “maraño con patadas”: alguien lanzaba una bolsita de arroz inflado, u otra golosina, al centro del grupo y, ….. había que ser muy ágil para intentar recogerla. En ocasiones, algunos nos encontrábamos en los campos para explorar los cerros y quebradas del esplendoroso Bosque Esclerófilo típico del sector: abundantes Quillayes (verdes), Lingues, Boldos, Peumos, etc. y muy diversa fauna nativa que incluía Zorros, Quiques, gato Guiña, Coipos, Yacas, culebras e infinidad de aves; incluso, unos cangrejos, “las pancoras” y bagresitos de riachuelos. Ya hace muchos que no se ven ni si quiera batracios nativos, cuyos “guarisapos” eran tan comunes en las positas de agua limpia; hasta los tábanos, que normalmente invadían los veranos, desaparecieron casi totalmente.

Muchas otras cosas han cambiado desde entonces, y no sólo en Curacaví: gran cantidad de campesinos fueron desplazados a suburbios urbanos, ya que pagar “a trato” resultaba más rentable e impersonal para los fundos, ahora “empresas agroforestales”; las pantallitas fueron alejando a los amigos; desde las escuelas, se naturalizó la segregación, según capacidad de pago; las parcelas “de agrado”, la sequía y los incendios, fueron reduciendo la agricultura y también el bosque, todavía tratado como “maleza”, mera “interfaz”, un estorbo para los proyectos inmobiliarios y los monocultivos de paltos, pinos y eucaliptos. Si se proyecta esta situación a escala mundial se entiende por qué está colapsando el clima; y con él, toda forma de vida, incluida la humana, lo que aún sigue negando la negligencia.

Y en transporte: la contaminante mafia del petróleo sigue desplazando la necesidad de viajar juntos y sustentablemente; cada uno en su burbuja desechable es más rentable para los vendedores de pompas de humo; se desmantelaron y concesionaron la mayoría de los servicios públicos. Ya hace muchos años, desapareció aquella fiel “micro” verde y es difícil descubrir cuando y a qué hora pasa algún bus local por Santa Julia; hasta en el pueblo, cuesta saber los horarios.

Hoy en día, para llegar a Santiago temprano, “cuidando el bolsillo”, hay que ir en auto hasta el pueblo y encontrar un lugar seguro y con sombra donde dejarlo, asunto nada de sencillo; luego, procurar tomar la primera “liebre” que pase pero, antes de que llegue a la plaza, si pretende un asiento desocupado; pero si es precavido y requiere buscar un asiento con cinturón de seguridad operativo, conviene esperar en el paradero del Hospital o antes; claro que si es un “caballero”, con las damas y los mayores, terminará cediendo su asiento logrado con tanto esfuerzo, cuando la máquina se replete en la plaza, como si fuera flete pecuario. El resto del viaje: buena suerte, que no haya ningún contratiempo y que el chofer sea hábil para esquivar los “tacos” mañaneros entre Lo Aguirre y Las Rejas, ojalá antes de las 7.00, después el tráfico suele complicarse y mucho; incluso puede ser un viaje trágicamente eterno, no es broma.

¿Y de vuelta?, si necesita un asiento y un horario de salida conocido, no es cosa de ir por un boleto numerado a la garita, como en el resto del mundo civilizado; ármese de paciencia para esperar de pie que avancen las filas en el Terminal San Borja, especialmente si hay algún problema en la ruta, asunto que nadie le informará; olvídese del cinturón de seguridad y de soñar con la “integración tarifaria”, algún tipo de regulación en favor del usuario o cualquier otra quimera estilo “transporte digno”; confórmese con subir rápido a lo primero que salga y con que ojalá tenga aire acondicionado. La prioridad es partir antes de las 17.00 para esquivar los “tacos” de la tarde en la ruta 68; después, encontrar el auto sin novedad y acostarse temprano; mañana es día hábil y antes que claree, volvemos a lo mismo, no todo ha cambiado.

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