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Neoliberalismo: un concepto vacío, pero lleno de defensores en el Chile permanente

Mariana Mazzucato y Joseph Stiglitz ya dejaron Chile, pero su paso supuso una reacción alérgica de grandes proporciones en las páginas mercuriales, como si realmente hubiesen venido a derrocar el neoliberalismo.

La economista estadounidense-italiana Mariana Mazzucato ya dejó suelo chileno hace varios días. Aun así, las repercusiones de su corta visita todavía se sienten. Litros de tinta corrieron por las páginas de la prensa escrita para dar cabida a los lamentos de los columnistas de siempre para criticar sus dichos.

“Muchos economistas en el mundo estamos mirando a Chile como experimento para matar el neoliberalismo”, señaló la economista, para luego aclarar que la palabra que buscaba era “experiencia”. Sus dichos se sumaban a los que por esos mismos días pronunció el Nobel de Economía Joseph Stiglitz contra el modelo impulsado durante la dictadura de Pinochet: “Una de las razones por las que me entusiasmó venir a Chile es para ver el entierro y estar en el funeral del neoliberalismo”, señaló entusiasmado.

“Chile, ¿un campo de pruebas?”, se preguntó escandalizado El Mercurio en su editorial a las pocas horas. Sus reclamos vinieron acompañados por la ira de una serie de voces. Representantes de Libertad y Desarrollo (LyD), el Instituto de Estudios de la Sociedad (IES) y la Fundación Para el Progreso (FPP), entre otros centros de estudios de derecha con escaños reservados en nuestra prensa, lideraron una arremetida tan evidente como llena de rabia.

Las cartas al director de El Mercurio fueron un festín. “Sus ideas no son nuevas, son malas y fracasarán”, mandó a decir el columnista mercurial estable Gerardo Varela. “¿Qué quiso decir con ‘matar’ al neoliberalismo?”, se preguntó Francisco Pérez-Mackenna. Sus “desafortunadas frases (…) reviven un viejo debate donde abundan las caricaturas y campea la ignorancia”, dijo Carlos Williamson (LyD, Clapes UC). “Mazzucato ni siquiera se acerca a ser una economista rigurosa”, señaló Fernando Claro (FPP), para luego, ocupando una página completa en el Diario Financiero, profundizar en sus dichos. Su ignorancia respecto de los pergaminos académicos de Mazzucato le valdría una contundente paliza virtual en redes sociales.

Un espacio aparte merecen las contradicciones de los defensores del sistema. “A estas alturas, el neoliberalismo es un significante vacío”, argumentó Daniel Mansuy (IES) en su columna dominical de Reportajes. A su juicio, la izquierda se ha encargado de englobar todo lo que no le gusta bajo el mismo término, convirtiéndolo en “basura conceptual”. Vale, por lo tanto, preguntarse ¿por qué si el neoliberalismo es todo y nada a la vez hay tantas voces dispuestas a salir en su defensa?

Esta no es la única interrogante que queda en el aire. A ella sumamos, ¿qué nos dice la arremetida contra Mazzucato respecto de las elites políticas, económicas y mediáticas de nuestro país? ¿Cuán atrás ha quedado efectivamente la defensa del Estado subsidiario heredado de la dictadura? Si de algo sirvió la visita de Stiglitz y Mazzucato a Chile fue para dejar en evidencia la inmovilidad ideológica de algunas de las voces que más cabida tienen en nuestros medios.

La reacción de parte de la prensa tras los ataques al neoliberalismo es comparable con el ataque de rabia que un padre puede llegar a tener cuando alguien critica a su hijo. Y es que, finalmente, algo de eso hay en este caso.

En su libro Los economistas de Pinochet: la escuela de Chicago en Chile, Juan Gabriel Valdés explica a fondo el rol jugado por El Mercurio en la implantación del modelo neoliberal en el país y la relación del diario con los Chicago Boys a fines de los 60. “El Mercurio comenzó a aparecer como promotor de una nueva y controversial posición ideológica al interior de los sectores de derecha”, señala el actual embajador de Chile en Washington.

Como ya hemos expuesto en esta misma tribuna, el diario de los Edwards se convirtió en el principal sostén de un modelo que sería implantado pocos años más tarde durante la feroz dictadura de Pinochet sin Congreso ni prensa opositora que pudieran cuestionarlo. Se trataba no solo de un programa económico de desregulación del mercado y privatización. Como asegura Andrés Solimano, “también fue un intento para introducir un nuevo conjunto de valores y así cambiar la cultura de la sociedad chilena para hacerla funcional al nuevo modelo de sociedad que se estaba imponiendo.

¿Cómo explicar la cerrada defensa que el poder mediático chileno hizo de un sistema implantado a la fuerza hace más de 40 años? Los académicos Sunkel y Geoffroy lo explicaban así hace un par de décadas: “La raíz del problema se encuentra en el empresariado chileno: esto es, un empresariado ideológicamente homogéneo, educado en una matriz económica neoliberal y en un conservadurismo valórico donde quienes se salen de este esquema constituyen excepciones a la tendencia general. Esto incluye no solo a los propietarios de los medios sino también al conjunto de los avisadores”.

Mientras el lector termina estas líneas, Mazzucato y Stiglitz recorren otras latitudes dictando charlas, escribiendo papers y recibiendo un clamor poco frecuente para el mundo académico. En Chile, tras su visita, aún no queda claro cuándo se escribirá la lápida de un sistema que se instaló a la fuerza con el beneplácito de la prensa tradicional y que dirá adiós, irremediablemente, entre su llanto y pataletas.

Fuente: Interferencia

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