Hace 50 años, el 11 de septiembre de 1973, parte del ejército chileno derrocó al gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende. Con la elección de Allende en 1970, por primera vez en el mundo un marxista declarado estaba al frente de un país gobernado democráticamente. Después de tres años en el cargo, se produjo un golpe de Estado: la aviación bombardeó el palacio presidencial, Allende se quitó la vida y el comandante en jefe del ejército chileno, Augusto Pinochet, llegó al poder. Siguieron las torturas, los asesinatos políticos y el terror contra los miembros de la oposición. Según cifras oficiales, la tiranía se cobró más de 3.200 muertos y "desaparecidos", así como unos 38.000 presos políticos y víctimas de torturas -se cree que el número de casos no denunciados es mucho mayor-. Muchas familias chilenas siguen sin saber nada del paradero de sus familiares secuestrados.
El aparato de poder de la dictadura incluía también un asentamiento fundado en 1961 por alemanes emigrados en torno al predicador laico Paul Schäfer: la Colonia Dignidad. A unos 350 kilómetros al sur de la capital, Santiago, allí se ejercía sistemáticamente la violencia sexualizada sobre los menores, tanto sobre los miembros de la colonia como sobre los niños chilenos del campo circundante. Tras el golpe, Colonia Dignidad se convirtió en una herramienta de la dictadura y en un lugar donde se torturaba y asesinaba a opositores políticos. El proceso de asimilación de los crímenes de los que las autoridades alemanas son corresponsables es lento.
La dictadura de Pinochet terminó en 1990, pero sigue teniendo repercusiones más allá de las violaciones de los derechos humanos: El sistema económico de los llamados Chicago Boys -un grupo de economistas liberales chilenos que habían estudiado en EE UU- es tan parte de su legado como la Constitución que la dictadura dio al país en 1980. Ambos fueron objeto de las protestas masivas de 2019 que finalmente desembocaron en reformas sociales y en un nuevo proyecto de constitución. Sin embargo, una clara mayoría de los votantes chilenos lo rechazó en septiembre de 2022, una dolorosa derrota para todos aquellos que quieren superar el pasado dictatorial. Ahora está sobre la mesa un nuevo proyecto de Constitución, que se votará en diciembre de 2023.
La DC y en concreto Patricio Aylwin (su presidente desde mayo de 1973) y Eduardo Frei Montalva (presidente del Senado desde aquellas mismas fechas), tienen una grave responsabilidad en el golpe de Estado del 11 de septiembre.
A fines de 1969, el senador Renán Fuentealba denunció ante el Parlamento que la CIA estaba preparando un golpe de Estado en Chile. El embajador de Estados Unidos, Edward Korry, no hablaba con el canciller Gabriel Valdés ni tampoco con el cardenal Raúl Silva Henríquez pero sí lo hacía con Eduardo Frei Montalva.
Cuando Salvador Allende se impuso por escaso margen en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970, sin alcanzar la mayoría absoluta, el Congreso Pleno debió decidir entre él y Jorge Alessandri quién sería el nuevo mandatario. El candidato de la derecha anunció que renunciaría si era nominado y que bajo ninguna circunstancia repostularía. Era un claro mensaje a la Democracia Cristiana (DC)… la derecha apoyaría a un candidato falangista en una segunda elección para impedir la llegada de Allende al gobierno.
El 23 de septiembre de 1970, la mesa directiva, encabezada por el senador Benjamín Prado, inició conversaciones con Allende. Ese mismo día, en cambio, el ministro de Hacienda, Andrés Zaldívar, habló por cadena de radio y televisión afirmando que en la economía se observaban desequilibrios “propios de la anormalidad política que el país comenzaba a vivir”.
Bombas explotaron en diversas ciudades, numerosas familias adineradas abandonaron el país y algunas unidades militares empezaron a ser visitadas discretamente por civiles.
Políticos hasta ahora no identificados presionaron a varios generales para que los militares tomaran el poder. Grupos de ultraderecha intentaron que el general (R) Roberto Viaux diera un golpe de Estado.
El general Carlos Prats cuenta en sus Memorias. Testimonio de un soldado que el 25 de septiembre un destacado democratacristiano le planteó directamente que:
“Ante la intransigencia de (René) Schneider -el comandante en jefe del ejército- para detener a la UP, el presidente Frei estaba dispuesto a que él encabezara un movimiento que lo derrocara y lo enviara al extranjero… Había que apoderarse de noche de La Moneda, enviar a Frei al extranjero, cerrar el Congreso, suspender la vigencia de los partidos políticos, utilizar en cargos claves a gente de confianza que ellos podrían señalar y, normalizada la situación, llamar de nuevo a elecciones”.
Los intentos de golpe culminaron con la tentativa de secuestro y el asesinato del general René Schneider, una operación en la que estuvo involucrada la embajada de Estados Unidos apoyando con armas a los conjurados que perpetraron el crimen.
El proyecto reformista de la DC fue clave para los intereses estadounidenses, lo que está documentado en los tempranos vínculos entre el partido chileno y la CIA, que se profundizan durante los años siguientes hasta consumarse el golpe de Estado.
Aun cuando no está registrada la colaboración directa de la CIA en la caída de la dictadura de Pinochet, hay numerosos antecedentes para afirmar que fue también articulada en Estados Unidos. Si la DC con Patricio Aylwin a la cabeza fue crucial para impulsar el golpe de 1973, hacia finales de la década de 1980 el mismo Aylwin, representando al reformismo conservador, dirigió la transición neoliberal que mantuvo el modelo y la Constitución de Pinochet.
Muchos líderes de la Democracia Cristiana han levantado una cruzada moral y su respeto por los derechos humanos. Desde los albores del gobierno de Eduardo Frei Montalva, el doble rasero de la DC se hizo evidente: en 1966 ese gobierno masacró a los mineros del yacimiento de cobre de El Salvador y poco después, en 1969, a los pobladores de Pampa Irigoin, en Puerto Montt.
De acuerdo al historiador Luis Corvalán Márquez:
“Lo que la directiva de la Democracia Cristiana intentó luego del golpe no fue otra cosa que disputarle a la extrema derecha el ascendiente sobre los uniformados, buscando cooptarlos y hacerlos funcionales a sus propios fines”.
Es cierto que este proceso tiene matices, como también lo tiene este partido con líderes no solo impactados ante las violaciones a los derechos humanos, sino también víctimas del terrorismo de Estado, como Bernardo Leighton y su esposa, Anita Fresno, o valientes defensores de los perseguidos, como Andrés Aylwin.
El paradigma reformista propulsado por Estados Unidos requería de los vínculos con la DC, los que se inician, según el Informe Church, hacia comienzos de la década de 1960, cuando EE.UU. empezó a hacer importantes aportes financieros a dicha colectividad política. El año 1962, dice el Informe, “el Grupo Especial aprobó 50.000 dólares para fortalecer al Partido Demócrata Cristiano (PDC)”. Agrega que “el 27 de agosto del mismo año, el Grupo Especial aprobó el uso de un canal de financiamiento a través de un tercer país, presupuestando ciento ochenta mil dólares para los democratacristianos chilenos durante 1963 (…) La elección presidencial de 1964 -dice el Informe- fue el principal ejemplo de un proyecto electoral de gran envergadura. La CIA gastó más de dos millones seiscientos mil dólares en apoyar la elección del candidato democratacristiano (Eduardo Frei Montalva, en parte para impedir el ascenso al poder del marxista Salvador Allende”.
Además del apoyo brindado a los partidos políticos -continúa el Informe-, la CIA montó una masiva campaña de propaganda anticomunista. Fue una “campaña del terror que hizo abundante uso de imágenes de tanques soviéticos y pelotones de fusilamiento cubanos, y que estuvo dirigida especialmente a la mujer”. Durante la tercera semana de junio de 1964, un grupo financiado por la CIA producía diariamente veinte spots radiales para Santiago y 44 para estaciones de provincia, además de programas noticiosos de doce minutos de duración -cinco veces al día- en tres radios de Santiago y 24 de provincia.
El Informe Church es elocuente sobre esta materia. En febrero de 1965 -dice- el Comité 303 aprobó 175.000 dólares para un proyecto de acción política de corto plazo, orientado a brindar apoyo clandestino a candidatos preseleccionados que participarían en las elecciones parlamentarias chilenas de marzo de 1965. Según la CIA, veintidós candidatos fueron seleccionados por la oficina local de la CIA y el embajador; de ellos, nueve fueron elegidos. Hacia 1970, agrega el Informe, la CIA había gastado en total casi dos millones de dólares en operaciones secretas en Chile.
La campaña presidencial de 1970 tuvo ciertas diferencias para la CIA. Esta vez decidió no apoyar a ningún candidato en particular, en tanto centró sus esfuerzos en desprestigiar la candidatura de Salvador Allende. Tal cosa debía llevarse a la práctica a través de lo que la Agencia denominó “una campaña de sabotaje”. En total, señala el Informe, “la Agencia gastó de ochocientos mil a un millón de dólares en acciones clandestinas para influir en el resultado de la elección presidencial de 1970”.
“La campaña del terror -dice el Informe-, contribuyó a la polarización política y al pánico financiero posterior al 4 de septiembre. Temas que se habían desarrollado para la campaña electoral recién concluida -agrega- fueron explotados por la CIA con más intensidad durante las semanas posteriores al 4 de septiembre, en un esfuerzo por causar pánico financiero e inestabilidad política suficientes para provocar que, en función del golpe, se movilizara el presidente Frei o los militares chilenos”.
El 15 de septiembre de 1970 se celebró en la Casa Blanca una reunión en la que participó el presidente Nixon, el asesor para asuntos de Seguridad, Henry Kissinger, el director de la CIA, Richard Helms y el procurador general John Mitchel. En ella Nixon planteó que “un gobierno de Allende en Chile no era aceptable para EE.UU.”. Con este predicamento procedió a ordenar a la CIA que tomara medidas para impedir que Allende accediera al poder. “No importan los riesgos involucrados –dijo-; diez millones de dólares disponibles, más si es necesario; trabajo a tiempo completo de los mejores hombres que tengamos; plan de acción: hacer que la economía chilena aúlle; 48 horas para el plan de acción”, ordenó Nixon.
El plan de Estados Unidos contaba con el apoyo de las ideologizadas Fuerzas Armadas y de los medios de comunicación, principalmente El Mercurio, al que le entregó más de un millón y medio de dólares. Pero el papel del PDC fue fundamental.
Según el ya citado Corvalán Márquez:
“Este partido podría haber jugado durante la UP el rol de un verdadero centro, como muchos de sus integrantes lo intentaron. No obstante, la colectividad terminaría plegándose a la polarizadora política norteamericana. ¿Debido a qué? En medida importante al gran peso de su sector conservador, que finalmente pasará a controlar el partido, todo ello correlacionado con la radicalización de su base social, en gran parte clases medias, derivada del inducido deterioro económico del país y de la campaña del terror”.
La campaña -señala el Informe Church- fue de enormes proporciones. Ocho millones de dólares se gastaron en los tres años que van desde la elección de 1970 hasta el golpe militar de septiembre de 1973. Se entregó dinero a los medios de comunicación, a partidos políticos de la oposición y, en cantidades más limitadas, a gremios del sector privado.
Los aportes que EE.UU. hiciera a los opositores no se repartieron por igual. Beneficiaron principalmente al Partido Demócrata Cristiano y al Partido Nacional, en ese orden. Los documentos norteamericanos desclasificados, así como también el Informe Church, son categóricos al respecto. Durante el gobierno del presidente Allende, EE.UU. continuó proporcionando enorme apoyo financiero al PDC, que excedía al que entregaba a los otros partidos, respaldo que ahora ya no buscaba potenciar una alternativa modernizadora frente a la revolución cubana y que impidiera un triunfo electoral de la izquierda, como en la década anterior, sino el derrocamiento de Salvador Allende.
Si el PDC llegaba a algún tipo de entendimiento con Allende sería muy difícil la implementación del golpe de Estado que buscaba EE.UU., pues en ese caso las fuerzas golpistas quedarían aisladas, como sucedió luego del 4 de septiembre de 1970 y todavía durante 1971. Si la DC se plegaba al golpe -como a la larga terminó ocurriendo-, todo se allanaría. Esto explica por qué la potencia del norte consideraba que este partido era una de las “fuerzas internas” más importantes a los efectos de provocar el derrocamiento de Allende.
El apoyo financiero que la CIA entregara al PDC, en todo caso, se canalizó hacia su ala más conservadora. El Informe Church lo confirma cuando se refiere a la resolución que el 8 de septiembre de 1970 tomara el Comité 40 aprobando un fondo de 250.000 dólares para que, con el fin de impedir el ascenso de Allende, Frei y su equipo de confianza lo utilizara. Bien sabemos que la orientación anticomunista y antiizquierdista que caracterizaba a ese sector no era, sin embargo, compartida por otros segmentos de la colectividad, como la encabezada por Renán Fuentealba.
El PDC distó mucho de jugar el rol de un verdadero centro político, es decir, el rol de fuerza abierta a la negociación y al acuerdo. Por el contrario, convergiendo con una extrema derecha que había retomado sus tradiciones golpistas, cumplió una acentuada función polarizadora. Fue así como en 1971 comenzó a apoyar los paros gremiales. Luego, en diciembre de ese año, participó con el Partido Nacional (PN) y el Frente Nacionalista Patria y Libertad en la llamada “marcha de las cacerolas vacías”.
“A comienzos de 1971 –sostiene el Informe- fondos de la CIA permitieron que el PDC y PN compraran sus propias estaciones de radio y diarios”, precisamente por cuanto serían los mensajes comunicacionales los que debían sembrar un estado de anormalidad psicológica en la población, generando, a través de las campañas del terror, miedos irracionales al “totalitarismo marxista”.
Para el periodo 1970-1973, el Informe Church registra periódicas entregas de dinero al PDC por parte de la CIA. Un detalle es el siguiente: “13 de noviembre (de 1970): el Comité 40 aprueba 25.000 dólares para apoyar candidatos de la Democracia Cristiana; el 22 de marzo (de 1971): el Comité 40 aprueba 185.000 dólares adicionales para apoyar al Partido Demócrata Cristiano; el 10 de mayo (1971): el Comité 40 aprueba 77.000 dólares para la compra de una imprenta para el diario del Partido Demócrata Cristiano. La imprenta no se compra -añade el Informe- y los fondos son utilizados para apoyar el diario; el 26 de mayo (1971): el Comité 40 aprueba 100.000 dólares para ayuda de emergencia que permita al Partido Demócrata Cristiano pagar deudas de corto plazo”.
Con los compromisos adquiridos por el PDC con la CIA los eventos tomaron una sola dirección. Así, el llamado al diálogo que hiciera Salvador Allende el 1 de mayo cayó en el vacío. Tanto o más cuando el 3 de ese mes el sector conservador de la DC asumiera el control formal del partido, cuya presidencia quedó en manos de Patricio Aylwin, quien se caracterizaba por su incondicionalidad al expresidente Frei. El 5 de julio cayeron las máscaras, cuando Aylwin hizo una declaración en la que afirmó que “la mejor garantía para el restablecimiento de la normalidad democrática (era) la incorporación institucional de las Fuerzas Armadas al gobierno, con poderes efectivos para realizar las rectificaciones…”.
En el texto La crisis de la dictadura y la mano de EE.UU. en la imposición de un recambio neoliberal se retoma, a partir de la mitad de la década de 1980, la presión de Estados Unidos sobre la política chilena. Como el Departamento de Estado negocia el fin de la dictadura, acude a las mismas figuras que usó para sacar a Allende. El PDC vuelve a ser funcional a EE.UU., es el comodín contra la izquierda y contra una dictadura que ya estaba obstaculizando el desarrollo del modelo neoliberal.
De acuerdo a Paul Walder:
“A partir de entonces, la historia es más cercana pero igualmente oscura. Aun cuando hay tantos antecedentes sobre los vínculos entre Estados Unidos y la oposición de entonces, mantenemos nuestra perplejidad al observar el giro que dio la Concertación, al apoyar las privatizaciones, la desregulación de los mercados, al abrazar el modelo neoliberal y la Constitución de 1980. En los múltiples trabajos e investigaciones sobre esa época, aún no hay una respuesta clara de la elite de la Concertación que explique este giro, que tiene características de traición. Tal vez podamos concluir que las relaciones del PDC con EE.UU. y la CIA hacen de aquella voltereta algo innombrable”.
Dos años de apoyo e intentos de colaboración de la DC que chocaron con la decisión de Pinochet y los militares de no devolver el gobierno a los civiles y realizar una refundación capitalista neoliberal, en la cual no se consideraba a la DC. Dos años que culminaron en la decisión del régimen -que no vaciló en reprimir a militantes de la DC-, de censurar y finalmente clausurar la radio Presidente Balmaceda, encarcelar y expulsar del país a algunos dirigentes y exparlamentarios e intentar asesinar en Italia a Bernardo Leighton y su esposa, Anita Fresno. Ante las protestas vino la proscripción. Aylwin y Frei se convirtieron en opositores a los mismos a los que un día saludaron como salvadores de Chile.
Aylwin y Frei Montalva
En una declaración pública a la prensa extranjera, el 17 de septiembre de 1973, Aylwin dijo que: “el gobierno de Allende había agotado, en el mayor fracaso, la ‘vía chilena hacia el socialismo’, y se aprestaba a consumar un autogolpe para instaurar por la fuerza la dictadura Comunista”.
El exPresidente también afirmaba que la Unidad Popular había internado en el país miles de armas, con las que podría desarrollar un ejército paralelo:
“Un poder de fuego equivalente a 12 regimientos regulares y con la presencia activa de más de diez mil extremistas extranjeros”, señaló el por ese entonces presidente de la Democracia Cristiana.
Por estas razones, Aylwin justificó lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973: “La acción de la FF.AA. simplemente se anticipó a ese riesgo (autogolpe) para salvar al país de caer en una guerra civil o una tiranía comunista”.
Lo anterior demuestra a un Aylwin citando casi textualmente los lineamientos principales del “Plan Z”, inventado por la dictadura por esos días para justificar la matanza.
En el minuto 1:47 de su entrevista a la prensa internacional, que está en YouTube,, el futuro mandatario entrega un dato sorprendente, que solo existe en su mente pero que él cita con total seguridad. Ante la pregunta del periodista “¿Cree usted que el resentimiento de algunos sectores, por ejemplo, el 44% de la última votación puede impedir la restauración nacional, la reconstrucción nacional?”, Aylwin respondió:
“Sobre ese particular, en primer lugar, yo le aclararía que de ese 44% que votó por la Unidad Popular en marzo último en unas elecciones en que indudablemente hubo fraude electoral y, en consecuencia, ese porcentaje electoral debe ser menor (…) No permanecían a esta altura adictos a la Unidad Popular arriba de un 30%”.
¿De dónde sacó esa cifra Aylwin? No se sabe. El 44% es oficial y real, pero ese 30% ¿de dónde salió? La respuesta es simple: de su mente. Se la inventó no más, así, al boleo, al igual que su teoría del fraude en las parlamentarias de marzo de 1973… Nunca hubo ninguna prueba de aquello.
Por otro lado, otra infortunada frase declarada por Aylwin fue cuando afirmó que prefería una dictadura liderada por militares chilenos a una marxista…
“Entre una dictadura marxista y una dictadura de nuestros militares, yo elegiría la segunda”, señaló a The Washington Post.
La DC y en concreto Patricio Aylwin (su presidente desde mayo de 1973) y Eduardo Frei Montalva (presidente del Senado desde aquellas mismas fechas), tienen una grave responsabilidad en el golpe de Estado del 11 de septiembre. Ya a mediados de septiembre de 1970 Frei envió mensajes muy claros a la Casa Blanca sobre el peligro que para sus intereses geoestratégicos representaría el futuro gobierno de Allende, mientras personas de su círculo más próximo promovían un especie de “golpe blando” que detuviera el proceso institucional que iba a derivar en la elección de Allende por el Congreso Pleno, con el apoyo oficial por cierto de la DC, presidida entonces por Benjamín Prado. Además, cuando en diferentes oportunidades el presidente Allende y la dirección de la DC encabezada por Renán Fuentealba buscaron un acuerdo político que allanara el cauce institucional a la “vía chilena al socialismo” y detuviera la polarización del país, el sector afín a Frei logró abortar aquel entendimiento. Por ejemplo, en junio de 1972. Y, como el propio Frei aseguró en privado en diversas ocasiones (ante Gabriel Valdés y Bernardo Leighton, por ejemplo), algunos de los oficiales de las Fuerzas Armadas que preparaban el golpe le mantenían al corriente de aquellos preparativos.
Por su parte, Aylwin fue elegido presidente de la DC en mayo de 1973 con la consigna de no dejar pasar una al gobierno de la UP. Y así fue. Cuando a fines de julio, respondiendo al dramático llamado del cardenal Raúl Silva Henríquez, se abrió el último diálogo entre Allende y Aylwin, este le exigió una capitulación en toda regla, le demandó que cediera el poder político a las Fuerzas Armadas. A cambio de una tregua, reclamó a Allende que se convirtiera en González Videla, que traicionara a los partidos que sustentaban su gobierno y al movimiento popular. En aquellos días existieron contactos indirectos entre Aylwin y los generales que preparaban el golpe desde el llamado “Comité de los 15”.
Cerrada la vía del diálogo por Aylwin (no por el presidente Allende), la DC decidió “golpear” las puertas de los cuarteles (como insistentemente hacía Patria y Libertad desde 1971 y demandaba el Partido Nacional desde octubre de 1972) con la declaración aprobada por la oposición en la Cámara de Diputados del 22 de agosto de 1973, cuya redacción final pulió Aylwin aquella misma mañana. Como se sabe, aquella declaración llamaba a los comandantes en jefe (integrantes entonces del gobierno) a desconocer la autoridad del presidente de la República.
Además, el 10 de septiembre de 1973, tanto Frei como Aylwin fueron informados de que en cuestión de horas las Fuerzas Armadas se sublevarían contra el gobierno constitucional. No informaron, como era su deber republicano, al presidente Allende, quien sí estuvo al lado de Frei cuando el general Roberto Viaux se sublevó el 21 octubre de 1969 (Tacnazo). El 12 de septiembre apoyaron públicamente el golpe de Estado con la declaración oficial de la DC, de la que solo se desmarcaron finalmente trece dirigentes, que encabezados por Bernardo Leighton suscribieron otra de condena del golpe y de respeto a la memoria de Allende (13 de septiembre). El documento también había sido firmado originalmente por José Piñera Carvallo (padre de Sebastián Piñera), sin embargo, al mediodía de la misma fecha pidió retirar su firma del documento, lo cual quedó solucionado mediante un trozo de papel que cubre la firma de Piñera en el extremo inferior derecho de la declaración.
Los Documentos Secretos de la ITT, los informes de la Comisión Church, los documentos desclasificados bajo la ley FOIA, el Informe Hinchey y otros textos oficiales, demuestran que Estados Unidos orquestó el golpe, y no fue con los militares (porque ni René Schneider ni Carlos Prats ni varios otros militares quisieron involucrarse); fue con la Democracia Cristiana, con la que tenía viejos nexos a través de la CIA, con otros partidos de derecha y ultraderecha (como Patria y Libertad) y con Agustín Edwards que, con la tribuna de El Mercurio y otros medios, encauzaron todo hacia el golpe militar.
Tomemos en cuenta que ninguno de estos textos tiene como objetivo desprestigiar a la DC, sino desvelar el papel de Estados Unidos en los hechos ocurridos en Chile. Y si ellos mismos han reconocido que derrocaron a Allende ¿por qué Aylwin se negó a creerlo?
Cuando las pruebas son abrumadoras, como lo son en este caso, se hace imposible seguir mintiendo, que es lo que hizo Aylwin:
“En el golpe de Estado, la DC no tuvo ninguna participación. Eso puedo asegurarlo de manera absoluta, en conciencia”.
Por supuesto que miembros del partido Demócrata Cristiano participaron, lo instigaron y, peor, lo celebraron. Querían a Allende derrocado. Lo que posiblemente no esperaron es que ocurriría lo que pasó posteriormente. Es más, está demostrado que entre 1963 y 1973, Estados Unidos le dio a la DC 20 millones de dólares. Que Aylwin persistiera en repetir que no fue así o que él no lo supo, es incomprensible, porque ni siquiera en su propio partido lo han podido negar. Ya en el año 2000, cuando Aylwin dijo algo parecido, Adolfo Zaldívar señaló que “puede ser que él no haya sabido, pero yo creo que nadie en la Democracia Cristiana puede sostener seriamente que la DC no recibió, al igual que otros partidos que estaban en la oposición, en la situación que nos encontrábamos, apoyo de fuentes o de organismos como éste [CIA] y otros”.
Aylwin no pudo borrar su conexión con hechos muy oscuros de la historia de la DC simplemente alegando ignorancia, porque ¿qué clase de presidente de partido fue que no sabía nada?
La actuación de la DC, dirigida por Patricio Aylwin profundamente ligado a Eduardo Frei Montalva, fue determinante para el golpe militar. Aylwin se convirtió en presidente del partido reemplazando a Renán Fuentealba con apoyo del freísmo y bajo el lema “no dejar pasar una al gobierno”. Expresaba la opinión mayoritaria del partido, ganada por la influencia sediciosa de la derecha golpista. El freísmo jugaba al golpe militar apostando a que una vez derrocado el gobierno constitucional, los militares le entregarían el mando del país. El anticomunismo y las maniobras desestabilizadoras del gobierno norteamericano tuvieron sin duda mucha importancia, y aún no se conocen en detalle. A la corriente mayoritaria de Frei y Aylwin se oponía una minoría encabezada por Bernardo Leighton y Renán Fuentealba, que se mantuvo firme y no pudo ser silenciada.
Renán Fuentealba estimaba que los aparentes intentos de los últimos meses para buscar una salida a la crisis institucional que amenazaba a la democracia chilena, habían sido una farsa. La directiva DC y Patricio Aylwin no tenían ningún interés en evitar el golpe. Así lo dijo en una misiva que envió a Gabriel Valdés a fines del año l973:
“Nunca hubo la intención clara y determinada de hacer un esfuerzo máximo para buscar una salida democrática. Más bien hubo una farsa de conversaciones, cuyo éxito no se deseaba realmente. Los hechos demuestran que hay muchos comprometidos en el ‘pronunciamiento’, el cual se trata de justificar enviando al extranjero delegaciones”.
En 1975 Radomiro Tomic señalaba para la revista Chile-América, publicada por exiliados chilenos en Roma, que algunos elementos esenciales en la responsabilidad de la DC en su apoyo al golpe militar y a la junta de gobierno eran los siguientes: el 9 de agosto de 1972, de acuerdo a una petición de Patricio Aylwin, el presidente Allende había formado un gabinete con participación institucional de militares. A los pocos días, la DC se desligó del compromiso y empezó a exigir la renuncia de los uniformados. En segundo lugar, el “apoyo frontal” de la DC a la huelga de los camioneros y otros sectores de claro carácter “ilegal y absolutamente inmoral a la luz de la moral cristiana”. Tercero, la declaración de la Cámara de Diputados, controlada por la DC, “ilegalizando” al gobierno; finalmente, la declaración de la directiva nacional del PDC del 12 de septiembre de 1973 en apoyo al golpe militar. Y “el silencio del Congreso Nacional, poder constitucional cuyas dos ramas estaban bajo el control de la Democracia Cristiana, que se negó a todo pronunciamiento de solidaridad con el gobierno a raíz de la tentativa de golpe de Estado del 29 de junio y que aceptó sin protesta la clausura el 11 de septiembre”.
Siguiendo a Roberto Ortiz, el compromiso de la DC con la extrema derecha y la orientación golpista se acentuó con la frustración del bloque opositor ante el resultado de las elecciones parlamentarias del 4 de marzo de 1973. El 44% de la votación obtenida por la Unidad Popular cerraba la posibilidad de derribar al gobierno mediante la declaración de inhabilidad del presidente de la República. Solo quedaba el camino del golpe de Estado. Ante esa opción, la DC se inclinó por la ruptura institucional mediante un alzamiento militar.
Repasando responsabilidades, Tomic expresó:
“La Democracia Cristiana no puede pedir para sí el papel de Poncio Pilatos en el desastre institucional. La gravitación de lo que se hace o se deja de hacer cuando se controla el cuarenta por ciento del Congreso Nacional, el treinta por ciento del electorado nacional, el treinta y dos por ciento de los trabajadores organizados en la CUT, el cuarenta por ciento del campesinado y las organizaciones juveniles chilenas, diarios, radio y TV, cinco de las ocho universidades del país, la gravitación, digo, de una fuerza de tal envergadura, tiene efectos decisivos por sus acciones o por sus omisiones”.
Seis diputados democratacristianos: José Monares, Baldemar Carrasco, Gustavo Ramírez, Eduardo Sepúlveda, Lautaro Vergara y Arturo Frei elaboraron junto a tres diputados derechistas el proyecto de acuerdo de la Cámara de Diputados que acusaba al presidente Salvador Allende de estar violando la Constitución. Los parlamentarios actuaron por instrucciones de sus partidos. La declaración aprobada fue calificada por el general Carlos Prats como “un hachazo decisivo, con el que se cercena en dos partes el tronco de la comunidad nacional”.
En concreto, Aylwin y Frei en sendos documentos (el expresidente en la famosa carta a Mariano Rumor, primer ministro italiano y presidente mundial de la DC, y en una entrevista al diario español ABC, titulada Los militares han salvado a Chile), defendieron el golpe militar que sacaría al país del caos y evitaría que cayera bajo una tiranía comunista. Democratacristianos comisionados por la directiva integraron delegaciones que viajaron a Estados Unidos, Europa y América Latina a justificar lo injustificable. A España, Francia y otros países viajaron el exministro de Justicia de Frei, Pedro J. Rodríguez y Alejandro Silva Bascuñán, académico y presidente del Colegio de Abogados. El propio Frei viajó a dar explicaciones a Europa y Estados Unidos.
Todo esto financiado por la CIA, como reveló Jack Kubisch, integrante del Comité de los 40. Según él, en octubre de 1973 habría autorizado el financiamiento de un viaje a Europa y América Latina para explicar el apoyo del PDC al golpe militar. Hasta julio de 1974 la CIA entregó fondos a la DC para financiar su funcionamiento en apoyo de la dictadura. No era novedad. Como se abordó antes en este artículo, desde la década de 1960 la DC recibía aportes de la CIA para cerrar el paso al comunismo y, en especial, para derrotar las candidaturas presidenciales de Salvador Allende.
Los parlamentarios Enrique Krauss, Juan Hamilton y Juan de Dios Carmona viajaron por América Latina. En noviembre de 1973, luego de la condena por la Asamblea General de Naciones Unidas a la dictadura por sus violaciones a los derechos humanos, cinco exministros, seis exsenadores y seis diputados DC junto a exministros y exparlamentarios de derecha, rechazaron el acuerdo de Naciones Unidas, reiteraron su “confianza en las fuerzas armadas” que harían “honor a su tradición heroica y a su compromiso con el país”, y atribuyeron a “errores y excesos” la situación de emergencia que vivía el país. Entre los exministros y parlamentarios DC firmaron Modesto Collados, Carlos Figueroa, Ramón Valdivieso, Sergio Ossa Pretot, Jorge Lavandero, José Musalem, Enrique Krauss, Alejandro Noemí y otros.
La DC aportó a la dictadura técnicos y especialistas, también políticos. En sus manos estuvo el Ministerio de Justicia en el primer gabinete de la dictadura, con el ministro Gonzalo Prieto Gándara y el subsecretario Max Silva, de larga trayectoria como dirigente universitario. En el Ministerio de Relaciones Exteriores, conducido férreamente por el vicealmirante Ismael Huerta, hubo un subsecretario DC, Enrique Carvallo, y de esa misma filiación fueron los subsecretarios de Economía y del Trabajo.
Asimismo, la DC participó con economistas partidarios del neoliberalismo como Juan Villarzú, que se convirtió en director del Presupuesto, Andrés Sanfuentes y Álvaro Bardón, que ocuparía cargos importantes en el aparato económico de la dictadura, descollando Jorge Cauas, que fuera ministro de Hacienda de Frei Montalva y después en la dictadura, aplicando la política de shock que abrió camino a los “Chicago Boys” capitaneados por Sergio de Castro. Cauas contó con la asesoría de otro DC, Carlos Massad, que servía en organismos internacionales.
Dos personeros destacados de la DC con raíces en la Falange, William Thayer Arteaga, exministro del Trabajo, y Juan de Dios Carmona Peralta, exsenador y exministro de Defensa, renunciaron a la DC y se pusieron al servicio de la dictadura. Carmona había sido pieza clave en la conspiración, actuando como nexo con el general Óscar Bonilla, exedecán militar de Frei Montalva, así como lo fue el también exministro de Defensa, Sergio Ossa Pretot.
Finalmente, la participación de la Democracia Cristiana en la conjura que llevó al golpe de Estado -y luego su apoyo y colaboración con la dictadura-, sirven para identificar una política cómplice con la violación de los derechos humanos. Se dirá que fue por poco tiempo, pero fue el período más brutal y sangriento.
Más de 400 personas marcharon el sábado bajo la lluvia por las calles de Santiago de Chile, la capital, para recordar a los 119 detenidos desaparecidos de la llamada operación Colombo, durante la dictadura chilena.
"Es un acto de memoria para que la gente, la población, la opinión pública sepa que no los hemos olvidado, que aquí faltan muchos", dijo Mario Aguilera, de 71 años, quien participó en la marcha.
La procesión, encabezada por 119 siluetas en representación de las víctimas, pasó por distintos puntos emblemáticos de la lucha por los derechos humanos.
Todo eso en el marco del 50º aniversario del golpe de Estado en contra del gobierno de Salvador Allende (1970-1973), el 11 de septiembre de 1973. Tras el derrocamiento militar se instaló una dictadura que dejó más de 3.200 víctimas, entre muertos y desaparecidos.
"Estoy aquí porque siempre estuve buscando a mi hijo, desde que supimos de su detención", aseguró Hilda Saldívar, de 93 años y madre de Gerardo Silva Saldívar, detenido desaparecido.
La marcha comenzó en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, pasó por las afueras del palacio gubernamental de La Moneda, la plaza de armas de la capital y concluyó en el Museo de Bellas Artes.
"Es fundamental que un pueblo recupere, ejerza el derecho y ejercite su memoria histórica, porque la memoria es lo que nos permite avanzar", destacó Roberto D’Orival, de 62 años y hermano de Jorge D’Orival, otro detenido desaparecido.
La operación Colombo, montada en 1975 por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), fue una acción de desinformación para intentar desligarse de la responsabilidad en las detenciones y desapariciones de opositores políticos.
Para dicha operación, la dictadura trasladó cadáveres de detenidos desaparecidos en Chile hasta Argentina y montó allí escenas para sugerir que su muerte se produjo en enfrentamientos o ajusticiamientos internos entre miembros del chileno Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
El siguiente paso fue la publicación de artículos en medios desconocidos en Argentina y Brasil, sobre la supuesta muerte de cerca de 60 militantes del MIR en varios países de América Latina, especialmente en Argentina, por presuntas en pugnas o ejecuciones internas.
Dicha información luego fue replicada por diarios chilenos en julio de 1975.
En esos momentos, Naciones Unidas y organismos interamericanos ya acusaban al régimen chileno de graves violaciones a los derechos humanos.
En las diferentes versiones de la campaña de desinformación se mencionaba a 119 personas, en su mayoría militantes del MIR pero también de otros partidos o sin militancia política que fueron detenidos en Chile entre mayo de 1974 y febrero de 1975 por la dictadura.
Por este caso, la justicia desaforó y procesó a Augusto Pinochet en 2005, aunque con la muerte del exdictador, en diciembre de 2006, este fue sobreseído.
En los últimos días, se ha intensificado la discusión pública en torno a la conmemoración del golpe de Estado civil militar que, hace cincuenta años, terminó mediante la violencia con el sistema democrático chileno.
En muchas de las opiniones emitidas por dirigentes de derecha, más que un análisis o una contribución a la reflexión que la memoria de estos hechos luctuosos requiere, se pretende una vez más culpar al Partido Comunista de una actitud hegemónica dentro del gobierno y, a la vez, insinuar que se pueden repudiar las violaciones de derechos humanos cometidas por la dictadura sin condenar el golpe de Estado que les dio origen. Esto equivale a decir, en un claro desprecio por la democracia, que ante cualquier crisis política o conflicto social resulta válido que un sector determinado haga uso de la violencia y rompa las reglas del juego democrático, como si eso no violara la soberanía popular y el derecho del pueblo a elegir el camino que desea seguir para solucionar los problemas que enfrenta, derecho de autogobierno que forma la esencia de la democracia y constituye uno de los principales derechos humanos.
Un hipotético golpe incruento sería, si siguiéramos esa lógica, un perfecto ejercicio de la democracia. Por lo demás, esa postura, evidentemente antidemocrática, no se compadece con los hechos históricos. En Chile no hubo un golpe que derivara después, casi de manera casual, en una dictadura genocida, sino que hubo un ejercicio de la violencia permanente, que se inició aun antes del 11 de septiembre con crímenes como el que terminó con la vida del General Schneider, solo por dar un ejemplo.
El día del golpe, después del bombardeo de la Casa de Gobierno, los sediciosos que pasaron a ocupar el poder iniciaron de inmediato un proceso de detenciones y ejecuciones masivas, incluyendo a colaboradores del presidente Allende, como Enrique París Roa, Arsenio Poupin y Claudio Jimeno, entre otros, quienes fueron detenidos después de salir de La Moneda portando una bandera blanca para posteriormente hacerlos desaparecer; al artista Víctor Jara, detenido en la Universidad Técnica del Estado, su lugar de trabajo, llevado al Estadio Chile y posteriormente asesinado y abandonado en la calle; y a muchas otras personas que sufrieron la misma suerte.
La dictadura en Chile tuvo desde el primer momento un ánimo de refundación y, por eso mismo, actuó con la decisión de eliminar a quienes sus líderes civiles y militares consideraron un enemigo interno. Ese enemigo no era otro que un sector completo del país que apoyaba a la Unidad Popular y su programa. En efecto, el gobierno de Allende respondía a un amplio movimiento popular y había obtenido tanto legitimidad social como electoral, con un apoyo creciente en todos los comicios que debió enfrentar. Su objetivo era avanzar hacia la justicia social y la dignidad personal de todos los chilenos y chilenas, como expresión de las luchas históricas que el pueblo chileno había dado en esa dirección.
Con el gobierno de la Unidad Popular, los abandonados de siempre se hicieron visibles y empezaron a entender que podían gozar de los derechos que ofrece un país más igualitario. Se implementaron políticas habitacionales, se nacionalizó el cobre, se obtuvieron importantes logros en políticas salariales, se protegió de mejor manera a la niñez, como se puede ejemplificar con el medio litro de leche diario que se aseguró para su alimentación.
Sin embargo, un proceso de este tipo afectaba los intereses de las élites económicas chilenas, aliadas con el capital trasnacional y con el gobierno de los Estados Unidos. El asedio al gobierno popular fue implacable. El financiamiento norteamericano para causar inestabilidad e incitar el golpe está acreditado por investigaciones efectuadas en ese mismo país y por documentos secretos recientemente liberados. El golpe, ejecutado con cobardía contra un pueblo desarmado y violentando toda la legalidad vigente, fue la culminación de este proceso. Y las violaciones de derechos humanos subsecuentes formaron parte desde el principio de los propósitos de quienes lo perpetraron.
Es perfectamente válida la discusión histórica sobre el papel que desempeñó cada actor político en la época y sobre las causas que provocaron un desenlace trágico para una época de tantas esperanzas; sin embargo, ese debate no puede obnubilar el deber ético de condenar a quienes decidieron poner fin a la democracia y después protagonizaron una dictadura genocida que duró 17 años y aún extiende su herencia hasta nuestros días. Lo contrario sería negacionismo.
Esta conmemoración pertenece a todos los chilenos, pero su objetivo no es olvidar un crimen que afectó al corazón de nuestro pueblo, sino justamente fijarlo en la memoria para que nunca más nadie se levante contra sus propios compatriotas. En eso el gobierno no tiene dos posturas y no es necesario ser comunista para entenderlo.
A 50 años del Golpe de Estado que dio inicio a la dictadura de Pinochet, un usuario de Twitter elaboró un hilo informativo para desmentir uno de los argumentos esgrimidos por la derecha para justificarlo: La mala situación económica de Chile y la responsabilidad del Presidente Salvador Allende.
Luego de muchas voces desde la ultraderecha que han justificado el Golpe de Estado de Pinochet bajo la premisa que el Presidente Salvador Allende tenía a Chile en una pésima situación económica, un usuario de redes sociales elaboró un informativo hilo de Twitter para desmentir este argumento.
Usando documentos oficiales, Nick Heumann quiso demostrar la injerencia de Estados Unidos, incluso antes de la llegada de la Unidad Popular al poder, para desestabilizar a Chile en materia económica y política. Todo esto, en la previa de la conmemoración de los 50 años del bombardeo a La Moneda.
“Últimamente a muchos les ha dado por justificar el Golpe de Estado por la situación económica del país, de la cual gustan responsabilizar a Allende. Pero pocos conocen la gigante intervención de EEUU por desestabilizarlo, que comenzó al menos 6 años antes de su elección”, inició su relato.
“Tras la elección de 1958 en que Allende perdió contra Alessandri, y sobre todo tras la revolución cubana, EE.UU. comenzó a temer una victoria de Allende. Por ello comenzaron a preparar estrategias para intervenir en la elección de 1964 entre Allende y Frei”, añadió, adjuntando el primer documento en su tuit.
Surgimiento de las primeras fake news
Además, Heumann expresó que en Estados Unidos “decidieron que la Democracia Cristiana era la mejor opción para apoyar y derrotar a Allende en 1964. Para ello, financiaron su campaña política, cubriendo la mitad de los gastos. Hicieron también una campaña de propaganda MASIVA anticomunista para causar temor a la población”.
“Esta campaña utilizaba ‘propaganda negra’, es decir, generaban material que hacían pasar por ser del Partido Comunista, cuando en realidad no lo era. Financiaron artículos de diario, radios, panfletos, animaciones y más. Gastaron más dinero per cápita en las elecciones chilenas que las de EE.UU.”, continuó, en lo que se denominan las primeras fake news en medios de comunicación.
El usuario, físico de profesión, pero comentarista político en sus redes, ahondó aún más en las mentiras expuestas en medios, al decir que “hicieron especial énfasis en apelar a las mujeres chilenas y su religiosidad. Algunos spots de radio eran simplemente disparos y gritos, seguidos de una mujer que decía ‘los comunistas mataron a mi hijo si no quieres que esto ocurra a ti, vota Frei’”.
El triunfo de Frei ante Allende
Heumann aseveró que esto tuvo éxito. “Frei ganó las elecciones con una abrumadora mayoría de voto femenino. Los esfuerzos de EE.UU. continuaron hacia las elecciones del 70, pero no fue suficiente, y Allende ganó. Chile fue el primer país del mundo en elegir un líder socialista de forma democrática”.
“Esto fue llamado ‘La vía chilena al socialismo’. Lo que otros intentaron mediante o violentas revoluciones, Chile logró de forma totalmente pacífica. Y ese fue el peligro. Durante décadas USA vendía el socialismo como algo inherentemente totalitario. Allende amenazaba esta idea”, continuó.
Es ahí donde Estados Unidos habría aumentado su ofensiva contra el gobierno de Allende, de acuerdo al tuitero citado. “Tras la victoria de Allende (y antes de su inauguración) se reunió de emergencia Richard Helms, Kissinger y Nixon para discutir opciones de evitar que Allende asuma la presidencia o derrocarlo después. Notas tomadas a mano por Richard Helms, director de la CIA:
1 chance de 10, pero salvar Chile!
Vale la pena el gasto
No importan los riesgos
No involucrar embajada
10M USD disponibles, más si hace falta
Trabajo a tiempo completo para nuestros mejores hombres
Hacer gritar la economía
“Inicialmente, el plan de EEUU era influir en el Congreso chileno para evitar que ratifiquen a Allende como presidente. Sin embargo, se dieron cuenta que no sería posible en el corto tiempo. Por ello, en un cable del 21/09/1970, deciden optar por la vía armada”, aportó.
El gran problema: El general Schneider
El hilo de redes sociales continuó exponiendo documentos en donde Estados Unidos comienza a desestabilizar a Chile económica, política y socialmente, con la idea que sea el Ejército el que decida actuar por cuenta propia.
“Phillips y Broe ordenaron a sus agentes en Santiago: ‘Comenzar una campaña de rumores. Asígnenle a agentes de bandera falsa ir a bares e iniciar al menos tres rumores al día por los próximos 10 días’. En un cable aún más siniestro, la agencia solicitó a sus agentes crear ataques terroristas que fuercen a seguidores de Allende a defenderse. Esa lucha sería el pretexto para que el ejército se tome el poder. Hicieron total uso de sus recursos de noticias (Como El Mercurio) y sus grupos terroristas como Patria y Libertad”, reseñó.
Para comenzar a cerrar este extenso e informativo hilo, Nick Heumann mostró pruebas de cómo Estados Unidos se habría inmiscuido en el plan del asesinato del general René Schneider.
“Había otro problema: El general Schneider. ‘¿Qué nos asegura que el general Schneider no tomará acción que congelará a militares que de otra forma se habrían unido al golpe?» La solución al problema fue abducirlo o asesinarlo. La CIA preparó el plan. Schneider iría a una fiesta. Al salir sería secuestrado y sacado de Chile en avión Luego, el Ejército declararía una búsqueda en todo Chile, que sería un pretexto para allanar sedes socialistas. Frei renunciaría y se formaría junta militar”, informó el tuitero.
Con todo esto, ocurrido antes que Salvador Allende asumiera, el comentarista político quiso demostrar la injerencia de Estados Unidos en la desestabilización de su gobierno, avisando que pronto subirá documentos del periodo 1970 al 1973.
La presentación de la plataforma online se hace con el objetivo de generar un espacio de encuentro y reflexión de la sociedad chilena en torno a la memoria, la democracia y el futuro.
Se llevó a cabo el lanzamiento de la plataforma web 50.cl, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado, la que busca concentrar toda la información asociada a actividades relacionadas con la conmemoración a nivel nacional y dispondrá de una oferta de productos audiovisuales de Ondamedia, Cineteca y Museo de la Memoria junto al proyecto Cartas para el Futuro.
La conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado tiene el objetivo de generar un espacio de encuentro y reflexión de la sociedad chilena en torno a la memoria, la democracia y el futuro.
“Como sociedad tenemos la obligación de recordar y reflexionar sobre los acontecimientos que se produjeron tras la ruptura de la democracia del país en 1973”, señalan.
Conoce en 50.cl todo lo relacionado con la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado
50.cl integrará toda la información asociada a la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado.
En esta web se reconoce la importancia del ejercicio de la memoria y la reflexión, para lo que entregamos y democratizamos el acceso a los contenidos, a la información y a las actividades conmemorativas a lo largo del país.
Lo anterior se realiza con miras al Chile del futuro, que recuerda lo ocurrido, repara sobre ello y visualiza lo que quiere después de estos 50 años.
Contenidos audiovisuales de 50.cl
Parte de los contenidos de la plataforma contiene una cartelera donde todas las instituciones, organizaciones de la sociedad civil y personas naturales pueden comunicar las distintas acciones y actividades conmemorativas que se realicen, junto con una sección de noticias.
Algunos de los títulos a los que se puede acceder son:
Cien niños esperando un tren
La Batalla de Chile l y ll
El Juez y el General
Colección UP de la Cineteca Nacional
El zapato Chino
Patio 29
El pacto de Adriana
Hoy y no Mañana
Actividades en 50.cl
Las actividades podrán ser catalogadas según su tipo, incluyendo:
Exposiciones
Presentaciones artísticas
Velatones
Seminarios
Coloquios
Conversatorios
Homenajes
Se hace la invitación permanente a que todas las instituciones, organizaciones de la sociedad civil y personas naturales puedan comunicar las distintas acciones y actividades conmemorativas que deseen programar subiendo la información directamente en la página web.
Ejes temáticos del sitio 50.cl
El lema del sitio es “Democracia es memoria y futuro” y se organiza en 7 ejes temáticos que puedes revisar en la plataforma:
Violaciones a los DDHH y represión
Lucha por los DDHH en Chile
Mujeres
Políticas de Justicia y Memoria
Solidaridad internacional y exilio
Futuros democráticos
Infancia
¿Por qué conmemorar los 50 años del Golpe de Estado?
En su lanzamiento, se señala que se hace necesario instalar en el centro de nuestra cultura y el debate público la importancia e incondicionalidad de la democracia, los derechos humanos y la no violencia.
“La memoria no solo se construye desde el pasado, sino que también desde el futuro: es un proceso donde recordamos y valoramos nuestra historia común, pero en función a un futuro que anhelamos”, indican.
También destacan: “Las políticas de la memoria no tienen como objetivo echar sal a nuestras heridas y no avanzar, sino construir un futuro mejor”
Preguntas y respuestas desde la plataforma:
¿Cómo evitar repetir el quiebre de la democracia?
Es necesario proyectar nuestro horizonte común entendiendo nuestro pasado y diversidad, pero apelando siempre a una conciencia moral compartida en torno a estos bienes y valores esenciales (democracia, memoria, futuro, derechos humanos, etc.).
Esta es la única forma de que una sociedad no repita los mismos errores y avance de forma cohesionada y en unidad.
La conmemoración de los 50 años presenta múltiples desafíos. El Chile del 2023 es muy distinto al de 1973.
Más del 70% de la población actual en Chile no había nacido para el Golpe de Estado, por lo que el desafío y deber es involucrar a las nuevas generaciones para preservar esa memoria y proyectar un futuro comprometido con la democracia y los derechos humanos.
Al candidato Gabriel Boric lo proclamamos en un acto multitudinario con la asistencia de varios miles de representantes de organizaciones de pobladores al término del cual, yo le hice entrega de mil firmas de arquitectos adhiriendo a su candidatura y a su programa. Concluí diciéndole finalmente: “Confío que concluía la elección, tengamos en la historia de Chile, al segundo Compañero Presidente”. Por otra parte, cuando se supo el resultado electoral otorgándole la victoria, Boric pronunció un discurso que cerró citando un párrafo de las inolvidables últimas palabras de Allende: “estamos abriendo las grandes alamedas, por donde pase el hombre y la mujer libre para construir una sociedad mejor”.
Días atrás, entrevistado por el noticiero central de Chile Visión respecto a los 50 años del Golpe militar, el Presidente Boric declaró: “Se habla mucho de la Unidad Popular y yo creo que es un período a revisar. Y desde la izquierda tenemos que ser capaces de analizarlo con mucho mayor detalle y no sólo desde una perspectiva mítica”.
Es inaceptable pretender reducir el reconocimiento y la admiración a nivel mundial que goza el Presidente Allende, al gesto mítico de haber entregado su vida en defensa de la institucionalidad democrática. El prestigio de Allende, se debe a la capacidad de haber realizado las grandes transformaciones prometidas en su campaña electoral, en pluralismo, democracia y libertad, como tantas veces lo afirmó el mismo. El Parlamento chileno aprobó por unanimidad, la nacionalización de las grandes compañías norteamericanas dueñas de los yacimientos en Calama, Sewell y El Salvador. Se creó Codelco y no obstante las severas restricciones Impuestas por los Estados Unidos, se logró aumentar la producción del mineral.
Prometimos culminar la Reforma Agraria, acabando con el latifundio chileno que mantenía ociosas las mejores tierras arables y así lo hicimos . Prometimos construir 100.000 viviendas durante el primer año de gobierno, destinadas preferentemente a los sectores de menores ingresos y así lo hicimos. Prometimos entregar medio litro de leche diaria gratis a cada niño chileno y así lo hicimos. Prometimos elevar las remuneraciones de los trabajadores y en 1971, la participación porcentual de las remuneraciones al trabajo, fue del 61.7% del ingreso geográfico, una tasa no conocida antes en Chile (1). Prometimos hacer posible el descanso para todos los sectores que nunca antes pudieron disfrutar de vacaciones (que en nuestras Primeras 40 Medidas llamamos turismo popular) y así lo hicimos. En un año, habíamos concluido 16 Balnearios Populares situados en las mejores playas de Chile. Prometimos facilitar la lectura a todos los chilenos y creamos la Editorial Quimantú, que comenzó a editar las mejores obras de escritores chilenos y extranjeros, en tirajes de hasta 60.000 ejemplares, al valor de dos cajetillas de cigarrillos. Construimos en 275 días, el más bello edificio jamás construido en Chile: la UNCTAD III, que deslumbró a los 3.000 delegados extranjeros asistentes a dicha reunión, por la excepcional integración de Arte y Arquitectura.
Podría seguir enumerando numerosas otras realizaciones, pero no caben en esta breve columna. Repito: todo lo hicimos con pleno respeto a la institucionalidad pública, lo cual, naturalmente despertó la feroz reacción de los sectores oligárquicos que vieron afectados sus oscuros intereses y comenzaron desde antes de que Allende asumiera el mando, a conspirar para derrocar el gobierno, en complicidad con el Departamento de Estado norteamericano y su brazo ejecutor: la CIA.
La experiencia de Allende, se fundamentó en la tesis de construir un modelo de sociedad socialista por vía pacífica, largamente elaborada por las organizaciones políticas de la izquierda chilena. Su éxito llevó a que el Partido Comunista Italiano abriera paso a la tesis del Compromiso histórico, en alianza con la Democracia Cristiana de ese país, siendo ésta la causa que motivó el secuestro y posterior asesinato, del primer Ministro italiano, el demócrata cristiano Aldo Moro, cuando se dirigía a suscribir un acuerdo con Enrico Berliguer, Secretario General del Partido Comunista italiano. Era demasiado para el Departamento de Estado norteamericano, que ordenó acelerar las acciones que desembocaron en el golpe de estado de Chile el año 1973. En estos días, ha hecho noticia el cumpleaños N° 100 de Henry Kissinger, Secretario de Estado durante el gobierno de Richard Nixon, quién fue el principal impulsor de las acciones desestabilizadora contra el gobierno de Allende.
El presidente Gabriel Boric, nos recomienda leer el libro “Salvador Allende, la izquierda chilena y la Unidad Popular”, escrito por Daniel Mansuy, nieto del ex almirante Ismael Huerta, uno de los principales instigadores del golpe de estado de 1973. Se trata -nada menos- de quién le trajo a Pinochet, el ultimátum formulado por José Toribio Merino para unirse al golpe de Estado, que tendría lugar con o sin su participación.
Yo le recomendaría al Presidente Boric leer todo lo que ha escrito sobre el golpe de estado en Chile, Peter Kornbluh, quién ha consagrado su vida a conseguir desclasificar archivos secretos del gobierno de EE.UU. relacionados con el apoyo de ese país al golpe contra Salvador Allende en 1973. (2). “Chile llegó a ser un símbolo muy grande del abuso de poder de Estados Unidos, de mi gobierno, del abuso de la moralidad”, relató a La Tercera durante una visita al país en 2017. No me ha sido fácil escribir esta columna. Participé muy activamente en la campaña electoral de Boric y hasta ahora he entregado todas las energías. que aún me quedan, para el mayor éxito de su programa en materia de Vivienda y Ciudad, que son de mi especialidad.
Lo lamento en el alma, pero no puedo callar ante el agravio cometido contra la memoria histórica. El aprecio de Salvador Allende es universal y está muy lejos, lejísimo, de corresponder a un mero mito, generado por pagar con su propia vida, la lealtad a la institucionalidad democrática. El aprecio a nuestro Compañero Presidente, proviene de su irreductible voluntad de llevar a cabo, por vía pacífica, los cambios estructurales necesarios para elevar las condiciones de vida de los sectores sociales siempre marginados de los beneficios económicos. En estos 50 años del golpe militar, nos esforzaremos, como siempre, por poner las cosas en su lugar y lo haremos con el orgullo que representa para mí y mi querida esposa y compañera ya fallecida, la hermosa obra que contribuimos a realizar.
En su publicacion reciente de l grupo CIBCOM, Jeremy Gross, en su profundo análisis sobre la expereincia de Stadford Beer, plantea: ¿Qué pasaría si la economía mundial estuviera estructurada, no para enviar la riqueza a las manos de un pequeño grupo de oligarcas, sino para garantizar la mejor vida posible para todos, asegurando que la gente viviera una vida satisfactoria y libre de carencias, que se dedicara a actividades que le interesaran y comprometieran, permitiéndole perseguir sus propios intereses junto con el trabajo por el bien común? ¿Y si la gente trabajara en cooperativas, coordinadas entre sí para satisfacer las necesidades de la sociedad, organizadas desde abajo y no desde arriba, con los propios trabajadores como beneficiarios de su trabajo? ¿Y si la economía mundial elevara a los trabajadores en lugar de inmiscuirlos?
Stafford Beer dedicó su vida a responder a estas preguntas. Niño superdotado, ingresó en el University College de Londres a los 13 años, pero abandonó los estudios para alistarse en el ejército al comienzo de la Segunda Guerra Mundial.
Beer estuvo destinado en la India en 1947, en el momento de la Partición, y fue uno de los últimos soldados británicos en salir. Durante su estancia en la India, estudió yoga y tantra, e incluso vio a Gandhi dar discursos. Se formó en los servicios de inteligencia británicos que surgieron en la Segunda Guerra Mundial. Aprendió la investigación operativa, que la guerra había puesto de relieve, y tras dejar la India, los militares le formaron como psicólogo del ejército. Se casó y entró en el sector privado, desarrollando el grupo de investigación operativa para United Steel. Empezó a escribir artículos sobre cibernética, y Norbert Weiner, el fundador de la ciencia de la cibernética, le invitó al MIT, donde conoció al neurofisiólogo Warren McCulloch, que fue el mentor de Beer en cibernética. En Gran Bretaña, Beer trabajó con los cibernéticos británicos W. Grey Walter y W. Ross Ashby, y se hizo buen amigo de Gordon Pask.
El trabajo en el que colaboraron Beer y Pask suena fantástico hoy en día: crearon ordenadores analógicos construidos a partir de productos químicos en un plato, e incluso crearon un ordenador analógico a partir de un estanque. Pask creaba máquinas que podían enseñar a escribir a máquina, o idiomas extranjeros, e ideaba su propia teoría llamada Teoría de la Conversación, en la que diferentes sistemas, ya sean humanos, empresas, ecosistemas, ordenadores o conjuntos de máquinas, podían hablar entre sí.
En 1956, Beer compró una de las primeras unidades centrales que se utilizaron en el sector privado en Gran Bretaña, para United Steel, con el fin de realizar simulaciones de modelado para la empresa. Su objetivo era encontrar la manera de dirigir una gran empresa según los principios cibernéticos, especialmente utilizando lo que había aprendido de McCullough sobre neuroanatomía. Al hacerlo, inventó la cibernética de gestión. Su libro «Cybernetics and Management», de 1959, se tradujo a 13 idiomas y le consagró como intelectual público.
Su trabajo para United Steel mejoró la producción en un 30%, pero lo hizo pagando más a los trabajadores y colaborando estrechamente con los sindicatos, lo que provocó el rechazo de la alta dirección. En 1961, se marchó para fundar una empresa de consultoría, SIGMA, o Science in General Management. Las reuniones de SIGMA incluían a todo el personal, incluido el de custodia. Cualquiera podía intervenir en las reuniones. El personal gozaba de permisos sabáticos siempre que hiciera algo no relacionado con el trabajo. Basándose en el trabajo que Beer realizó en SIGMA, y en los experimentos informáticos en los que trabajaba con Pask, en 1966, Beer escribió el libro Decisión y Control, que fue estudiado detenidamente por el equipo económico de Allende en Chile. En él, describía las formas en que una empresa podía utilizar la investigación operativa y la cibernética para mejorar los resultados.
A finales de los años sesenta, Beer se había alejado de SIGMA por una disputa contractual y había asumido el cargo de Director de Desarrollo en International Publishing Company (IPE), que era uno de los clientes de SIGMA. Creó una empresa dentro de IPC llamada International Data Highways, y acuñó la expresión autopista de la información. Hizo hincapié en la edición electrónica como objetivo de la empresa, pero la junta directiva le puso trabas y se marchó.
En 1968, hubo una exposición de arte en Londres llamada «Cybernetic Serendipity: El ordenador y las artes». Tanto Beer como Pask presentaron exposiciones que utilizaban los principios cibernéticos en un contexto artístico. Beer se divorció y volvió a casarse, y atrajo a un círculo de artistas a su alrededor. Intercambió poemas con Pablo Neruda y se hizo amigo de los escritores de ciencia ficción Douglas Adams, Judith Merrill y John Brunner. Beer se inscribió en un programa de arte patrocinado por la NASA.
En 1969, Beer sintió que el mundo iba por el camino equivocado y se dirigía a la destrucción porque estaba atascado en viejos patrones que ya no funcionaban. Dedicó un año a diagnosticar el problema e idear una forma de cambiar el sistema antes de que fuera demasiado tarde. Consiguió una cátedra en la Universidad de Manchester, aceptó algunos trabajos de consultoría y trabajó en este proyecto personal en su tiempo libre, que se convirtió en el libro Platform For Change, que publicó en 1975.
Beer, invocando la Ética Nicomaquea de Aristóteles, consideraba que proporcionar felicidad (εὐδαιμονία) al mayor número posible de personas era el objetivo de la civilización. Beer utilizó el término eudemonía para distinguir la idea de otros tipos de felicidad. La eudemonía, en la visión de Beer, era el resultado de estructurar la sociedad de manera que ofreciera a la gente la oportunidad de realizarse como su mejor yo posible. Beer era consciente de que, para conseguirlo, había que satisfacer las necesidades materiales de la gente, pero también quería liberar a las personas de la alienación, incluido el trabajo alienado. Beer entendía que la sociedad tendría que ser reorganizada para liberar a la gente, y consideraba que el cambio estructural vendría del cambio organizativo.
En la Plataforma para el Cambio, Beer escribió:
El dinero es terriblemente importante, tanto para los que pagan como para los que son pagados. Pero el dinero es, sin embargo, un epifenómeno de un sistema que funciona realmente con la eudemonía. Es por esta razón que he llegado a ver el dinero como una restricción en el comportamiento de los sistemas eudemónicos, en lugar de ver la eudemonía como un subproducto de los sistemas monetarios. [Mi vida tiene que ver con la eudemonía: ¿la tuya no?, Plataforma para el Cambio, pág. 170-1].
En cierto sentido, la eudemonía tal y como la entiende Beer es lo contrario del concepto marxista de alienación. Mientras que el trabajo alienado bajo el capitalismo aleja la vida de sus trabajadores de sí mismos, la eudemonía devuelve a los trabajadores su vida para que se realice su humanidad.
¿CÓMO PUEDE LA SOCIEDAD ALCANZAR LA EUDEMONÍA?
Chile
La economía chilena en 1970 dependía en gran medida de los recursos naturales propiedad de intereses extranjeros. En concreto, el cobre y los nitratos. Éstos eran explotados por empresas estadounidenses, que sacaban la riqueza de la nación de sus propias manos y de Chile. El gobierno chileno estaba perdiendo los ingresos de su propia industria del cobre. Durante décadas, la izquierda había prometido nacionalizar estas industrias para evitar la fuga de capitales del país, y utilizar los ingresos de estos recursos nacionalizados para mejorar la sociedad chilena desde la base.
En 1970, el primer gobierno marxista elegido democráticamente en la historia llegó al poder en Chile, y la superpotencia más poderosa del mundo comenzó a movilizarse contra él. Henry Kissinger le dijo al presidente Nixon que emitiera sanciones tan brutales que «harían gritar a Chile».
El gobierno de la Unidad Popular contaba con socialistas, comunistas y democristianos de izquierda, en un gobierno minoritario, con el famoso cirujano convertido en político Salvador Allende a la cabeza. Allende había participado en la política chilena durante décadas, y había perdido por poco las elecciones nacionales de 1964. Después de que un gobierno de centro-derecha fracasara en su intento de consolidar el poder, el pueblo de Chile estaba preparado para el cambio.
En Chile, había una antigua organización gubernamental llamada CORFO que se había creado como banco mercantil nacional, pero que Allende utilizó como vehículo para el programa de nacionalización de la administración. La CORFO estaba negociando con las empresas de cobre y nitrato para comprarlas. Las empresas estadounidenses se indignaron al ver que Chile incluía sus pérdidas de ingresos en estas negociaciones y, como represalia, el Departamento de Estado de EE.UU. comenzó a aplicar sanciones contra Chile y a prohibir a sus aliados que compraran productos de Chile. Mientras tanto, la CORFO compensaba a estas empresas a lo que consideraba precios justos, y nacionalizaba estas industrias.
El Director General Técnico de CORFO nombrado por Allende fue Fernando Flores. Flores estaba fascinado con Stafford Beer. La empresa consultora de Beer, SIGMA, había trabajado con la anterior administración chilena, y Flores se había familiarizado con las ideas de Beer en esa época, y había compartido las ideas del libro de Beer, Decisión y Control, con su equipo en CORFO.
Flores se puso en contacto con Beer para que le asesorara en la reorganización completa del sector público de la economía chilena utilizando la cibernética, invocando las propias opiniones científicas de Beer sobre la gestión y la organización. Beer quedó entusiasmado. Flores vino a Londres para reunirse con Beer, y le convenció para que visitara Chile en noviembre de 1971, en el primer aniversario de la presidencia de Allende, para evaluar la situación. Una vez terminado el borrador de la primera edición de su nuevo libro, El cerebro de la empresa, Beer envió por correo ejemplares a Flores para que los distribuyera entre sus colegas. Este libro, publicado en 1972, se convertiría en su obra más vendida e influyente. El compositor Brian Eno crearía un álbum basado en sus ideas, Another Green World, en 1975. La segunda edición del libro, que salió a la luz en 1981, se actualizó con cinco nuevos capítulos sobre el trabajo de Beer en Chile.
Beer sentía una gran aversión por la impenetrable burocracia que asociaba al socialismo, pero cuando vio lo que estaba ocurriendo en Chile, se sorprendió gratamente. Se había preparado un grupo de trabajo para recibirlo, y durante ocho días, bajo la dirección de Raúl Espejo, comenzó a elaborar un plan para poner la economía de Chile en una base cibernética. Todos los miembros del equipo habían estudiado el Modelo de Sistema Viable (MSV) que Beer había descrito en Brain of the Firm, y hubo consenso para utilizarlo como modelo para la economía chilena. El plan de Beer consistía en regular la economía en tiempo real, en función de los datos. Para Beer, un plan quinquenal era una gestión excesivamente pobre, porque constantemente surgen datos que deben obligar a abortar y reescribir partes del plan. Para resolver los problemas de la transición al socialismo, las personas de todos los niveles necesitaban respuestas rápidas. La presteza era más importante que la exactitud, siempre que, a través de un proceso iterativo facilitado por la información en tiempo real, se corrigieran constantemente puntos de datos. Beer utilizó el lema «abortar a menudo» para detener un mal plan en su camino y crear nuevos planes de forma iterativa a medida que surgían las necesidades. El credo «fallar rápido, fallar a menudo» de la metodología ágil estaba presente en el trabajo de Beer en Chile.
5 principios para un buen gobierno
En Chile, Beer trabajó en una visión cibernética de lo que deben ser y hacer los gobiernos en general, elaborando cinco principios de gobierno eudemónico, basados en el Modelo de Sistema Viable.
El primer principio era: «El gobierno es la ayuda del pueblo». La clase trabajadora chilena consideraba que el gobierno era incomprensible, y que su intromisión en sus vidas era gravosa. Para corregir esto, Beer insistió en un nuevo tipo de aparato de gobierno, utilizando la tecnología, con la que el pueblo tendría herramientas para pensar qué hacer, y luego actuar juntos para hacer estas cosas. Esta tecnología establecería los medios para que los deseos del pueblo fueran comunicados al gobierno de forma continua, y para que la acción del gobierno surgiera de estos deseos.
El segundo principio era: «Ayudar significa ayudar ahora». La clase trabajadora de Chile percibía al gobierno como una enorme burocracia llena de interminables trámites, lo que provocaba importantes retrasos. Para corregir esto, Beer insistió en que los funcionarios del gobierno estuvieran disponibles para el contacto inmediato, y que respondieran inmediatamente, para proporcionar la acción más rápida posible. Debido a las tensiones a las que estaba sometido el gobierno, Beer consideraba que era preferible responder rápidamente, aunque no fuera de forma perfecta, para mostrar a la gente que el gobierno estaba a su servicio. Beer propuso esencialmente soluciones lean una década antes de que Toyota empezara a hacer lean manufacturing.
El tercer principio era: «El camino de la ayuda tiene señales». La clase trabajadora de Chile estaba plagada de burocracia y funcionarios de poca monta, lo que les llevaba a la desesperación y a la falta de respuestas a sus preguntas. Utilizando la organización cibernética, Beer diseñó estructuras recursivas escalables para que cada funcionario se ocupara de unos pocos problemas, y un funcionario del siguiente nivel jerárquico se ocupara de unos pocos funcionarios, y así sucesivamente, hasta llegar al propio presidente. Esta red se haría explícita y clara, con funcionarios cuyo único trabajo era ayudar a la gente y darles respuestas. Esta construcción minimizaba el papeleo. Beer comentó: «El pueblo no puede comer papel». [Brain, p. 299].
El cuarto principio era: «La ayuda tiene nombre y rostro». La clase trabajadora de Chile estaba siendo negada por burócratas sin rostro, los cargos del gobierno trataban sus necesidades y deseos como inviables. En su lugar, Beer insistió en que los funcionarios del gobierno asumieran la responsabilidad personal directa de los problemas que se les presentaban. En el sistema de Beer, un funcionario del gobierno debía decir «lo haré, o sé quién puede hacerlo». [Brain, p. 301]. Beer consideraba que, si se aplicaba el tercer principio, los funcionarios del gobierno tendrían la oportunidad y el tiempo de conocer a las personas a las que ayudaban.
El quinto principio era: «El futuro empieza hoy». La clase trabajadora de Chile se sentía como si estuviera gestionando una crisis perpetua. En el caos, todo el mundo se ocupaba de agarrar lo que podía, lo que conducía a los mismos problemas de antes. Beer animó a la gente a pensar en el futuro, con la conciencia de cómo les iría a los hijos de sus hijos si trabajaban por una sociedad mejor.
En Chile se formaron consejos de trabajadores en los centros de trabajo, y se les dio mucho poder sobre cómo se haría el trabajo, la duración de la jornada laboral y la compensación adecuada por el trabajo. El gobierno de Allende, cuando llegó al poder, dio a los trabajadores un aumento del 40% en general, y luego vinculó los futuros aumentos al coste de la vida. Se comprendió que los trabajadores necesitaban herramientas para ayudarles a tomar el control de sus lugares de trabajo, y CORFO proporcionó equipos de científicos y académicos, llamados interventores, para ayudar a los trabajadores, enseñarles principios de diseño, programación y funcionamiento de ordenadores, y los fundamentos de la cibernética. Los diseñadores industriales entraron en los lugares de trabajo y, con la ayuda de los trabajadores, rediseñaron estos lugares basándose en la ergonomía, la ciencia cognitiva y las sugerencias de los trabajadores.
Cybersyn
El grupo dirigido por Raúl Espejo construyó un sistema de procesamiento de datos, que recibió el nombre de Proyecto Cybersyn, y un sistema de comunicaciones que se denominó Proyecto Cybernet. En 1971 no existían los microordenadores. Los mainframes de IBM en este periodo venían con al menos un empleado de IBM que entendía los mecanismos propietarios del ordenador, y los consumidores de la informática de IBM debían contratar a empleados de IBM para manejarlos. Cuando Allende fue elegido, IBM retiró a todos sus empleados no chilenos del país. Así que, aunque el proyecto tenía acceso a una máquina IBM 360/50, acabaron pasándose a un Burroughs B3500, que era un pequeño ordenador central con 500K de memoria y una velocidad de procesamiento de 1 megahercio, lo que lo hacía menos potente que un PC IBM de 1983. Los chilenos se las arreglaron para encontrar un almacén con unos cientos de máquinas TELEX nuevas de la antigua administración, y éstas se utilizaron, junto con una red de microondas que se había creado para seguir los satélites) para enviar datos desde las fábricas locales, plantas y oficinas de gestión a la máquina Burroughs en Santiago. [Brain, p.252]
El proyecto Cybernet acabó siendo una red de comunicaciones que abarcaba todo Chile, conectando todas las fábricas del país. Aunque el equipo de Cybersyn había querido poner un minicomputador en cada fábrica, esa opción no estaba disponible porque IBM había retirado a sus empleados de Chile, y las sanciones de Estados Unidos impedían a Chile comprar ordenadores. El objetivo era dar a los comités de trabajadores de cada fábrica su propio ordenador para que lo utilizaran como consideraran oportuno, siempre que los índices cruciales de rendimiento se transmitieran al Proyecto Cybersyn para ser procesados y examinados en tiempo real. A veces se acusa a Beer de haber creado un sistema autoritario de dominación informática que impuso la tiranía al pueblo trabajador de Chile. Eso no sólo no habría sido posible dada la escasa capacidad de procesamiento informático disponible, sino que, de hecho, ocurrió lo contrario. El Proyecto Cybersyn recibía cada día una docena de índices de datos de cada fábrica. El comité de trabajadores de la fábrica podía añadir los índices que quisiera además de éstos, y no estaba obligado a decir a nadie fuera del comité de trabajadores lo que medían esos índices.
Al igual que en otros países recientemente socialistas, los gerentes de las antiguas fábricas, a menudo extranjeros, no habían formado a los trabajadores de las fábricas para que se autogestionaran, y cuando la Unidad Popular llegó al poder, la mayoría de los extranjeros se fueron, llevándose sus registros, libros de pedidos y datos. Algunos de los directivos chilenos eran conservadores y muy reacios a someterse al control de los trabajadores. El gobierno contaba con un equipo de interventores, en su mayoría procedentes del mundo académico, que se unieron a los comités de trabajadores para ayudar a éstos a averiguar cómo tomar el control de las fábricas. Un equipo de especialistas en diseño de renombre mundial, encabezado por Gui Bonisepe, diseñó diagramas y diagramas de flujo que facilitarían el proceso de aprendizaje, incorporando la ergonomía y la ciencia cognitiva para que los trabajadores pudieran adoptar estos procesos lo más rápidamente posible.
En su primera visita a Chile, Beer pasó una hora en el despacho del presidente Allende explicándole el Modelo de Sistema Viable. Allende había sido cirujano y patólogo, y enseguida entendió las metáforas de Beer sobre los subsistemas del MSV, que invocaban ideas de la neuroanatomía. Beer sugirió que el gobierno chileno podía concebirse como un sistema viable, y comenzó a explicar los detalles. Cuando Beer llegó a explicar la parte del VSM que controla el ethos de la organización, señaló esa parte del diagrama, y estaba a punto de decir que se trataba del propio Allende, pero éste le interrumpió y dijo «¡por fin, el pueblo!».
Ese invierno, Beer ayudó a diseñar la parte de investigación y desarrollo de todo el esfuerzo, que se llamó Proyecto Checo (CHilean ECOnomy), que examinaba las antiguas cifras de datos y creaba un modelo de la economía chilena. Estas cifras eran muy poco fiables porque estaban desfasadas y habían sido creadas por organismos con cierta corrupción política, pero el plan era que Cybersyn le alimentara continuamente con mejores datos y que utilizara Cyberstride para ayudar a mejorar estos modelos con el tiempo. Checo tenía un plan para construir una sala de control en la que un grupo de personas pudiera ver los datos que llegaban en tiempo real, y responder a ellos mediante botones y mandos en los reposabrazos de las sillas. Gui Bonisepe participó en su diseño, y aunque todos los implicados insistieron en que no estaban basando su diseño en Star Trek, el producto final se parecía mucho al puente de la nave estelar Enterprise.
El propósito de Cybersyn era dirigir desde abajo. Había que maximizar la autonomía local, y toda la información procedente de Cybersyn debía ser adecuada a su propio nivel de operaciones. Cada nivel de operación recibiría su propio paquete Cybersyn. Si una configuración dada en cualquier nivel de recursividad tuviera problemas, trataría de salir por sí misma de su apuro. Pero si no pudiera arreglar sus problemas en un tiempo razonable, enviaría una señal al siguiente nivel de operación, y ese sistema, alertado por la señal, trabajaría en el problema. En teoría, una señal podría llegar hasta un ministro del gabinete o el presidente, pero para que eso ocurriera, todos los niveles de operación entre el sistema dado y el superior tendrían que fallar. Si todo funcionara bien, nadie fuera del sistema en cuestión sería alertado. En un sistema que funcionara bien, los canales de señalización serían en su mayoría silenciosos. De este modo, se maximizaría la autonomía local.
En octubre de 1972 tuvo lugar una huelga inusual. En Chile, gran parte de la pequeña industria estaba controlada por empresas organizadas por grupos de propietarios, llamados gremios. Esta huelga se describe a menudo como una acción sindical, pero los gremios eran distintos de los sindicatos, siendo más bien gremios de propietarios. Beer, invocando a Engels, los consideraba desde un análisis de clase como elementos pequeñoburgueses más que proletarios. [Brain, p. 312]. Las empresas de transporte, los minoristas, los propietarios de tiendas y los centros de distribución lanzaron una huelga masiva para protestar contra la nacionalización de sus industrias. El objetivo era forzar la salida del gobierno del poder cerrando su capacidad de funcionamiento. Fue una acción deliberadamente contrarrevolucionaria diseñada para derrocar al gobierno de Allende.
Beer y Flores entraron en estado de emergencia y utilizaron el Proyecto Cybernet para controlar la distribución en todo el país. En 24 horas, Cybernet se utilizó para transmitir mensajes en todo el país. Los datos fluyeron en tiempo real, de modo que la toma de decisiones instantánea fue posible tanto en los centros de control regionales como en los nacionales. Las redes logísticas de Chile eran muy redundantes, por lo que un bloqueo por parte de los gremios podía desviarse rápidamente siempre que los datos estuvieran disponibles. Cybernet no estaba diseñada para este tipo de actividad de crisis, pero se había construido tan bien que era fácil readaptarla para manejar la emergencia. El propio modelo de sistema viable de Beer se nutre de la existencia de múltiples canales de información redundantes. La crisis se evitó.
Allende estaba convencido de que, si la huelga de gremios hubiera tenido éxito, habría hecho caer al gobierno. Pero Cybernet fue capaz de responder y romper la huelga de gremios. Esto resultó muy impresionante para aquellos en el gobierno de Allende que hasta entonces habían sido escépticos con los proyectos de Beer. Esto fue un arma de doble filo. No sólo condujo a expectativas poco realistas sobre la cibernética de Beer, sino que hizo que muchos administradores del gobierno se centraran en la pirotecnia y no en el pensamiento sistémico de estos proyectos.
El éxito de Cybernet al romper la huelga de gremios también dio a la oposición un objetivo. Los conservadores tergiversaron Cybernet en los medios de comunicación que dominaban como un sistema de control opresivo del Gran Hermano que cercenaba la libertad individual.
En el invierno de 1973, la situación política en Chile se había deteriorado mucho debido a la presión extranjera. Beer empezó a recibir amenazas de muerte y tuvo que esconderse en el pequeño pueblo costero de Las Cruces. Hubo intentos de asesinato y golpes de estado contra Allende. En agosto, hubo una segunda huelga de gremios que redujo la flota de camiones a entre el 10% y el 30% de lo normal, lo que obligó a Beer y Espejo a inventar una logística «justo a tiempo» sobre la marcha utilizando Cybernet, años antes de que Taiichi Ohno publicara el Sistema de Producción Toyota alabado por el capitalismo moderno. La huelga se rompió, pero el gobierno fue golpeado en su esfuerzo por romperla, debido a la afluencia de dinero extranjero utilizado para apoyar y alargar la huelga.
Beer comprendió que Estados Unidos podía ejercer más presión sobre Chile de la que el gobierno de Allende podía soportar. Mientras que Cuba tenía a la URSS como un poderoso aliado socialista, Chile no. Los medios de comunicación de EE.UU. y el Reino Unido presentaron a Cybernet como una herramienta de opresión, y Beer no pudo contrarrestar esta imagen a pesar de sus esfuerzos. Más tarde trató de entender por qué no pudo apartar el enorme aparato de los medios de comunicación de masas mundiales de su falsa narrativa.
Beer llegó a la conclusión de que todo el proyecto de Chile no tendría éxito, pero se quedó de todos modos, esforzándose al máximo, por un sentido de lealtad a los demás en el proyecto, y por el compromiso de llevar el proyecto tan lejos como pudiera.
En esta época, Beer comenzó a recibir propuestas secretas de la oposición en Chile sobre cómo podrían hacerse cargo del Proyecto Cybersyn tras la caída del régimen de Allende, pero insistieron en eliminar los controles de los trabajadores del sistema, lo que era imposible.
El 11 de septiembre de 1973, Beer se encontraba en Londres haciendo un llamamiento a la compra de exportaciones chilenas. Tras la reunión, Beer recibió la noticia de que Allende había sido asesinado. Beer no regresó a Chile después del golpe, pero pasó años trabajando con Amnistía Internacional ayudando a los miembros de su equipo chileno a escapar a un lugar seguro, encontrándoles puestos académicos en Gran Bretaña y Canadá.
Tras el golpe, Beer cambió radicalmente su estilo de vida. Regaló muchas de sus posesiones y se trasladó a una pequeña casa de campo en Gales. Se negó a trabajar con ningún país de la lista de Amnistía Internacional de países que patrocinan la tortura. Ocupó un puesto académico en Manchester y realizó trabajos de consultoría en Toronto, pero pasó gran parte de su tiempo escribiendo poesía en su pequeña casa de campo en Gales y enseñando yoga tántrico.
El modelo de sistema viable
Después de poner a prueba sus principios en Chile, Beer siguió perfeccionando el Modelo de Sistema Viable durante el resto de su vida, y todavía se utiliza hoy en día. Sus ideas están presentes en todos los proyectos en los que Beer trabajó después de su estancia en Chile. En 1970, Beer pasó un año analizando la estructura de los gobiernos y de la economía mundial para ver qué había que reorganizar para evitar lo que él consideraba un desastre inminente debido a unos principios organizativos inferiores que carecían de integridad cibernética. El resultado de ese año de trabajo se publicó en 1975 como el libro Platform For Change.
Plataforma para el Cambio es un libro muy complejo, escrito en varios niveles diferentes a la vez. El libro es una antología de artículos que se publicaron en 1970 y 1971, con la excepción del epílogo, «Fanfarria por la libertad efectiva: Praxis cibernética en el gobierno», de una conferencia pronunciada en 1973 sobre Chile. En la primera edición del libro, Beer utilizó páginas de diferentes colores para ofrecer distintos tipos de comentarios sobre los artículos en diferentes niveles cibernéticos.
Según John Li, que escribió el epílogo de la segunda edición de Platform For Change, «el propósito de Platform es introducir la eudemonía en nuestro vocabulario, como una unidad de medida que es un metalenguaje en nuestro vocabulario, como una unidad de medida que es un metalenguaje a la métrica del dinero, que es una restricción». [Plataforma, p. 465]. En el último artículo del libro, «Fanfarria por la libertad efectiva», Beer vincula la eudemonía con el Modelo de Sistema Viable (MSV).
El Modelo de Sistema Viable es una forma de ver una organización social en términos de cómo está estructurada para cumplir su función, seguir generándose a sí misma e interactuar con su entorno. Está diseñado para maximizar la autonomía local de la mejor manera posible para ofrecer la mayor cantidad de eudemonía a sus participantes, sujeta a las limitaciones de los ingresos y los factores ambientales. Beer utiliza un diagrama recursivo, que permite que cada nivel de recursión utilice el mismo diagrama. El diagrama consiste en una serie de sistemas viables en un nivel inferior de recursión, unidos por un propósito común, junto con un metasistema para gobernar estos sistemas viables. El metasistema se divide en lo que Beer denomina «dentro y ahora» y «fuera y entonces», siendo el primero los aspectos operativos del sistema, y el segundo la evolución futura del sistema dentro del entorno en el que opera.
El VSM equilibra el subsistema «dentro y ahora» con el subsistema «fuera y entonces» para que estos dos subsistemas compartan constantemente información entre sí. Si no se tiene en cuenta la evolución futura, el subsistema «dentro y ahora» carece de la inteligencia necesaria para planificar en consecuencia, y sin una firme comprensión de lo que está ocurriendo en todo el sistema, informada por los datos más actuales posibles, cualquier plan para el futuro sería erróneo.
El VSM no es un concepto sencillo, y la terminología puede resultar confusa para los nuevos lectores. Beer acabó escribiendo tres libros completos sobre el VSM: Brain of the Firm (1972, 1981), The Heart of Enterprise (1979) y Diagnosing the System: For Organizations (1985). Al hablar con expertos en el VSM, consultores que utilizan el VSM como esquema para su trabajo con empresas, gobiernos y organizaciones sin ánimo de lucro, hubo consenso en que una explicación básica del VSM llevaría entre 17 y 20 minutos para explicar a los nuevos usuarios. Por ello, una explicación detallada del VSM queda fuera del alcance de este artículo. Sin embargo, es fundamental para toda la obra de Beer, y es la herramienta de análisis más valiosa que nos ha dejado Beer. He incluido en la bibliografía un enlace a una explicación básica del VSM, diseñada específicamente para su uso en cooperativas que buscan evitar la gestión jerárquica. Merece la pena que los interesados en desarrollar y gestionar sistemas eficaces se sumerjan en ella.
El diagrama que acompaña al Modelo de Sistema Viable es recursivo. Tiene una colección de sistemas viables incluidos en su sistema, y está diseñado para ser un componente de un sistema viable que ocurre en una escala mayor. Por ejemplo, los seres humanos son sistemas viables, y también lo es el taller de una fábrica, y también lo es la fábrica, por lo que el diagrama VSM para el taller de la fábrica tendrá seres humanos individuales como componentes de su sistema, y el propio diagrama será un componente del diagrama VSM para la fábrica. En cada caso, los sistemas viables como componentes del sistema que se examina pretenden ser lo más autónomos posible sin entrar en conflicto entre sí. Así, si dos trabajadores se enzarzan en una discusión que interrumpe el trabajo en la fábrica, se convierte en un problema para toda la fábrica. Los trabajadores, en la configuración de Beer, son en su mayoría autónomos, y Beer proporciona métricas para medir su grado de autonomía, pero si son completamente autónomos, podrían acabar duplicando esfuerzos, o agotando todos los materiales necesarios en el taller, o perturbar el funcionamiento de todo el sistema de alguna manera.
Los trabajadores, en sus funciones laborales, son el sistema en el taller, pero necesitan un metasistema que les permita cohesionarse. La primera parte de este metasistema debe proporcionar un medio para que los trabajadores autónomos trabajen juntos de forma que se minimicen los conflictos pero se mantengan en la tarea. Lo ideal es que esta parte del metasistema sea diseñada por los propios trabajadores y que éstos se adhieran a ella. Pero a cierto nivel, es necesario que haya un centro operativo que reciba datos sobre todo el trabajo que se está realizando y que pueda actuar en función de estos datos. Si todo el sistema se desajusta, este centro operativo puede dictar a los trabajadores individuales, pero está diseñado para hacer esto sólo en el caso de que la interrupción esté causando dolor a todo el sistema. Este ciclo, que comienza y termina con el trabajador individual, es el «dentro y ahora» del sistema. Obsérvese que un trabajador individual, en el transcurso de su trabajo, participa en la parte del metasistema que cohesiona a los diferentes trabajadores, entrando a veces en el papel de agente de cohesión, y también forma parte del centro de control, cumpliendo un papel de liderazgo, llegando a reunirse con otros trabajadores para conseguir que se realicen los propósitos compartidos. Así que las diferentes partes del sistema son roles, no personas. Cualquier trabajador podría cumplir cada papel en diferentes momentos. La visión de Beer era similar al credo de Lenin, «cualquier cocinero puede gobernar».
El centro de operaciones también está conectado con los niveles superiores de gestión en la planta de producción que implican la investigación y el desarrollo, la planificación fiscal, los estudios de mercado y otros aspectos que requieren una perspectiva de futuro. Y en la parte superior del diagrama se encuentra el aspecto de la planta de producción que se ocupa de la ética, la misión y otros factores basados en valores. Este ciclo, que va de las operaciones a la planificación y a la dirección central y viceversa, es el «afuera y después» del sistema. Una vez más, un trabajador individual podría, en el curso de su trabajo, cumplir todos estos roles también. Y en el centro de operaciones es donde se equilibra el «dentro y ahora» con el «fuera y entonces». Beer consideraba que el papel de la dirección central era mantener estas dos partes perfectamente equilibradas y alineadas, y si todo funcionaba bien, la dirección central debía estar tranquila y dejar que los distintos sistemas en juego dirigieran la planta.
Beer observó que, al realizar este análisis en organizaciones reales, los dos puntos ciegos solían ser el subsistema que ayuda a la cohesión de los sistemas viables de los componentes y el subsistema que se ocupa de la perspectiva de futuro. Muchas organizaciones carecen de uno de estos subsistemas o de ambos. Cuando falta el primero, el centro de operaciones debe interferir más a menudo y de forma más autoritaria en el día a día del trabajador. Cuando falta el segundo, todo el sistema no tiene otro propósito que seguir haciendo lo que ya está haciendo, ciego a sus potencialidades. Como resultado, demasiadas organizaciones son innecesariamente autoritarias, con reglas arbitrarias que no sirven a ningún propósito racional, dirigidas por un jefe individual separado de las personas que realmente están haciendo el trabajo que cumple el propósito de la organización.
El libro Brain of the Firm presenta el modelo de sistema viable, y sus ejemplos y metáforas centrales proceden de la neuroanatomía. En El corazón de la empresa, el enfoque está más orientado a los negocios. En él, Beer expone los axiomas, teoremas y principios del Modelo de Sistema Viable. Este libro está dirigido, de forma un tanto satírica, al típico hombre de negocios inglés de los años 70, con el resultado de que parte del humor resulta sexista y anticuado para un lector moderno. Cada capítulo termina con un grupo de empresarios ingleses que se reúnen en un bar para discutir ese capítulo con una buena cantidad de quejas y escepticismo. El humor se vuelve más extraño a medida que avanza el libro, y termina con un diagrama esquemático de la cibernética de la estructura del libro, y una reseña del libro por parte de un crítico de libros imaginario. Lo más valioso de Enterprise es una serie de estudios de casos ampliamente detallados de organizaciones reales que Beer analizó utilizando el VSM.
El libro Diagnóstico del sistema: For Organizations es el más breve de los tres libros. Beer fue invitado a la Universidad Concordia de Montreal en 1982 para impartir un curso sobre el VSM. Los estudiantes eligieron una organización para analizar y Beer les guió en el proceso de creación de un análisis detallado basado en el VSM. Los apuntes de las clases y los deberes se recopilaron en el libro. Todos los axiomas y teoremas de Heart se repiten en este libro, y cada capítulo cuenta con un glosario de términos.
Para entonces, Beer había ayudado a su colega chileno Raúl Espejo a encontrar un puesto de profesor en Gran Bretaña, y Espejo sigue trabajando con el VSM hasta el día de hoy. Wolfgang Lassl, en Austria, tiene una obra de tres volúmenes sobre el VSM, La viabilidad de las organizaciones, que utiliza en su trabajo de consultoría. En la conferencia Metaphorum 2019 en Ámsterdam, hablé con ellos, y con otros consultores que utilizan el VSM, y se observó que el VSM es a menudo una idea demasiado compleja para compartir con los clientes, pero que el analista puede utilizar el VSM para hacer el análisis sin tener que enseñar el VSM al cliente. En este sentido, funciona como una «salsa secreta» que un analista puede utilizar para revelar valiosos conocimientos sobre una organización.
En 1985, Jon Walker se puso en contacto con Beer, que trabajaba en una cooperativa de trabajadores que tenía problemas para equilibrar la autonomía y el crecimiento. Beer trabajó con Walker para hacer un análisis del VSM, y Walker lo amplió en una introducción al VSM en general, haciendo hincapié en su utilidad para organizaciones planas como las cooperativas. La Guía del VSM está ahora en su tercera edición, y está disponible en línea de forma gratuita (https://esrad.org.uk/resources/vsmg_3/). Es probablemente la introducción más completa y sencilla al tema.
Del prefacio de The VSM Guide:
En este clima escribí a un hombre llamado Stafford Beer que había creado el Modelo de Sistemas Viables, y comencé a aplicar sus ideas a las cooperativas.
En mis primeras conversaciones con Beer, buscaba la respuesta a dos preguntas:
¿Fue el Modelo de Sistemas Viables un vehículo apropiado para analizar los problemas de las cooperativas?
¿El Modelo de Sistemas Viables exigió en algún momento el uso de la autoridad y la obediencia?
Beer fue completamente claro en estas dos cuestiones: Sí, el VSM era lo suficientemente potente como para tratar el tipo de problema que yo estaba viendo, y No, el VSM no requería técnicas de gestión jerárquica de ninguna forma.
De hecho, el propio Beer consideraba que, aunque el uso de la autoridad directiva parecía una forma fácil de resolver los problemas organizativos a corto plazo, en realidad es una solución muy burda, y que la forma más adecuada de crear una empresa eficiente es dar a todos la mayor autonomía posible.
El Modelo de Sistema Viable se adapta bien a la estructuración de las organizaciones de izquierda como una forma de maximizar la autonomía local sin caer en la tiranía de la falta de estructura. La Guía del VSM es un lugar accesible para empezar a aprender sobre el VSM.
Equipo Syntegrity
Beer siguió preocupándose por la organización no jerárquica y desarrolló técnicas para la creación de consenso, con el fin de proporcionar herramientas para que las organizaciones sean más democráticas y menos autoritarias.
En su trabajo en Chile, Beer recibió el encargo del presidente Allende de traducir la ideología marxista de la Unidad Popular al lenguaje de la cibernética. El libro que Beer escribió como respuesta, Status Quo, permanece inédito. Pero inspirado por ese trabajo, Beer buscó una forma de organizar a la gente de forma radicalmente no jerárquica para resolver los problemas. En 1990, Beer estudiaba el concepto de tensegridad, o integridad tensional, de R. Buckminster Fuller, donde una estructura distribuida se mantiene unida por fuerzas de tracción y componentes aislados de compresión. Basándose en los principios de la tensegridad, Beer creó una estructura para celebrar una conferencia en la que se formulara un consenso basado en el icosaedro, o dado de 20 caras, de la geometría. Las 12 esquinas del icosaedro se encuentran en una esfera y, por tanto, son equidistantes del centro. El icosaedro consta de 30 aristas, y la idea de Beer era que cada participante en la conferencia estuviera representado por una única arista del icosaedro, que conectara dos esquinas.
Un grupo de treinta personas se reunía en torno a un tema, una preocupación o un problema común que querían resolver juntos. La gente aportaría declaraciones de intenciones, basadas en el tema. Se invitaría a cada persona a compartir sus declaraciones de intenciones, que serían cotejadas por un equipo de moderadores. En una primera reunión, el grupo, a través de los moderadores, debatiría las declaraciones de intenciones presentadas y combinaría las que se solaparan, con el objetivo de reducir las declaraciones a doce temas.
Una vez que hubiera doce temas, a cada tema se le asignaría una esquina del icosaedro, y a cada persona se le asignarían dos temas, de modo que a cada persona se le asignaría una arista del icosaedro. Al mismo tiempo, a cada persona se le asignarían otros dos temas de los que sería crítico. Una vez asignados todos los temas y los críticos, comenzaría la conferencia principal. Cada tema tendría cinco miembros y cinco críticos.
En cada sesión, dos temas antipodales (en lados opuestos del icosaedro, o polos de la esfera formada por los ángulos) se colocarían en dos mesas apartadas, preferiblemente en dos salas diferentes. En cada mesa temática estarían las personas asignadas a ese tema, las personas asignadas como críticas a ese tema, y al menos un moderador. Las personas asignadas al tema lo debatirían durante 30 minutos, luego los críticos criticarían el debate durante 10 minutos, y después, con la ayuda del moderador, los miembros redactarían una declaración. A continuación, se reunirían otros dos temas antípodas, y así sucesivamente, hasta que se hubieran discutido los doce temas. En un momento dado, habría 20 personas implicadas en un debate, y 10 personas libres para moverse y observar, o para descansar.
Una vez debatidos los doce temas, el ciclo volvería a empezar, hasta que los doce temas se hubieran reunido dos veces, y entonces el ciclo volvería a empezar, hasta que los doce temas se hubieran reunido tres veces. A continuación, cada tema redactaría una declaración final, y las doce declaraciones se presentarían ante todo el grupo para su aprobación final. Estas doce declaraciones serían el resultado de la conferencia, un borrador de ideas que había reverberado alrededor del icosaedro muchas veces.
Lo bueno de esta estructura es que, si se tratara de un evento empresarial, el director general y un empleado de base tendrían el mismo poder durante la conferencia. Ningún participante tiene una plataforma más privilegiada que otra. Dado que los demás compañeros de tema son todos miembros de un segundo grupo temático diferente, no hay dos iguales, las ideas de uno podrían reverberar fuera del grupo en otros grupos, incluso en aquellos a los que el participante original podría no asistir u observar. Después de tres iteraciones, estas ideas se mezclaban a fondo alrededor del icosaedro, empujando al grupo hacia un consenso deliberativo.
Beer llamó a esta estructura Team Syntegrity, y a una de estas conferencias, syntegration. Esta estructura se ha utilizado en la organización política, en la gestión empresarial y, en 1994, se celebró una Sintetización Mundial, en la que se celebraron sintetizaciones en 30 ciudades diferentes de todo el mundo, y un representante de cada sintetización se reunió en una sintetización final, aportando las ideas de su sintetización.
En la actualidad, dos empresas de consultoría corporativa diferentes reclaman la propiedad intelectual de Team Syntegration, Malik Management en Suiza, y Syntegrity en Canadá y Estados Unidos. Syntegrity tiene como clientes a Pfizer, Roche, Merck y FedEx en su sitio web.
Fuera de estas empresas, otras personas están utilizando este método para resolver impasses en sus organizaciones. Los participantes lo han descrito como una experiencia casi psicodélica, y muchos consideran que la experiencia es extremadamente profunda. Beer escribió un libro en 1994 sobre el desarrollo de este estilo de conferencia, Beyond Dispute: The Invention of Team Syntegrity. La idea de Beer era que una empresa podía establecer una política según la cual, si treinta personas de la empresa exigían celebrar una sintegración, ésta se celebraría en horario de trabajo, y la empresa tendría empleados formados para moderar estas sintegraciones disponibles para ayudar. Se necesitan entre 3 y 5 días completos, a más de 7 horas al día, para celebrar una sintegración. Los clientes corporativos siguen trayendo consultores para hacer sintegraciones, o una serie de sintegraciones, cuando hay problemas en la organización que requieren una solución de consenso. Los consultores con los que hablé en Ámsterdam me hablaron de problemas graves que ponen a una empresa en riesgo de fracaso y que se resuelven celebrando sintegraciones.
Esta estructura podría ser muy valiosa también para las organizaciones de izquierda, para redactar declaraciones de intenciones o para resolver conflictos. Existe el reto de contar con activistas que puedan tomarse una semana libre de su trabajo para asistir, pero los resultados podrían ser transformadores.
Metaphorum
Stafford Beer murió en Toronto en 2002. En 2003, sus colegas fundaron Metaphorum como una ONG con estructura de sociedad abierta para continuar sus ideas y encontrar nuevos usos para ellas. Metaphorum se reúne anualmente en forma de simposio con presentaciones y conferencias. Asistí a la reunión de Metaphorum de 2019 en Ámsterdam en noviembre, y conocí a muchos de los colegas de Beer, y a toda una nueva generación de estudiantes de Stafford Beer. Los asistentes provienen del mundo corporativo, de las cooperativas, del gobierno y las ONG, del activismo y de la tecnología de código abierto.
El tema de este año fue «CTL-SHIFT-DELETE: Rebooting Society». Se presentaron ponencias sobre anarquismo y cibernética, una red social para vincular cooperativas, organizaciones autónomas descentralizadas (DAO), una propuesta para revisar artículos científicos sin necesidad de recurrir a costosas revistas utilizando blockchain, una drástica reestructuración de los sitios web del gobierno del Reino Unido para hacer más accesible la información y el uso de la cibernética para redactar una nueva constitución y celebrar elecciones en una nación en desarrollo.
Algunos de los asistentes eran consultores de empresas, diseñadores y funcionarios, mientras que otros procedían del activismo y el emprendimiento social. Todos compartían la fascinación por el Modelo de Sistema Viable y otras ideas de Beer como el Equipo de Sintetización. Muchos de los asistentes habían sido colegas y alumnos de Beer cuando estaba vivo. Otros se interesaron por Beer más recientemente, ya sea por la lectura de Hacia un nuevo socialismo, de Paul Cockshott y Allin Cottrell; o de Revolucionarios cibernéticos: Tecnología y política en el Chile de Allende, , de Edén Medina;o al escuchar el podcast de la General Intelect Unit.
Hay un gran entusiasmo por las ideas de Beer en la izquierda. La sección de Boston de los Socialistas Democráticos de América tiene un grupo de lectura de Stafford Beer. Cosmonaut publicó recientemente un artículo «Organizing Power: Stealing Fire from the Gods» que menciona el trabajo de Beer en Chile, y el reciente libro The People’s Republic of Walmart, de Leigh Phillips y Michal Rozworski tiene un capítulo sobre las ideas de Beer como herramientas potenciales para crear una futura economía socialista.
Leer a Stafford Beer hoy es una delicia. Sus libros de los años 70 están llenos de ideas que parecen muy frescas y relevantes hoy en día. Predijo la metodología ágil, la producción justo a tiempo, los lagos de datos, el aprendizaje automático e Internet. Su estilo de prosa es divertido, ecléctico y profundamente interdisciplinario, reflejando las mejores ideas científicas de su tiempo en una síntesis muy original que hace una lectura muy convincente. Era un apasionado de la reducción de la desigualdad mundial y de la responsabilidad de los países más ricos de compartir el poder y ayudar al mundo a alcanzar la eudemonía. Sus libros están llenos de neologismos que, aunque excéntricos al principio, se convierten en una terminología valiosa para abordar las cuestiones que proponía Beer. Por encima de todo, instó a que la tecnología de la información se utilizara para el pueblo, para darle poder a la gente, y no para hacer muy ricos a unos pocos.
En 1974, en la quinta conferencia radiofónica de la serie Designing Freedom de la CBC, Stafford Beer dijo «Cada vez que oigamos que una propuesta destruirá la sociedad tal y como la conocemos, deberíamos tener el valor de decir: ‘Gracias a Dios; por fin'». [Designing Freedom, p. 33]. Leyendo a Stafford Beer en la actualidad, el lector podría exclamar igualmente: «¡Gracias a Dios; por fin!».
Bibliografía
Aristóteles (c. 340 a.C., 2019), Ética a Nicómaco, tr. Terence Irwin, Hackett Publishing Co.
Beer, Stafford (1959), Cybernetics and Management, The English Universities Press.
Beer, Stafford (1966), Decision and Control: The Meaning of Operational Research and Management Cybernetics, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (1972, 1981), Brain of the Firm, 2ª edición, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (1974), Designing Freedom, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (1975), Platform For Change, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (1979), The Heart of Enterprise, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (1985), Diagnosing the System: Para organizaciones, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (1994), Beyond Dispute: The Invention of Team Syntegrity, John Wiley & Sons.
Beer, Stafford (2009), Think Before You Think: Social Complexity and Knowledge of Knowing, ed. David Whittaker, prólogo de Brian Eno, Wavestone Press.
Beer, Vanilla y Leonard, Allenna (2019), Stafford Beer: The Father of Management Cybernetics, autoeditado.
Cockshott, Paul, y Cottrell, Allin (1993),Hacia un nuevo socialismo, Russell Press.
Davenport, Amelia (2019), «Organizar el poder: robar el fuego a los dioses», Cosmonauta (https://cosmonaut.blog/2019/11/19/organizing-for-power-stealing-fire-from-the-gods/).
Dyer-Witheford, Nick (2015), Cyber-Proletariat: Global Labour in the Digital Vortex, Pluto Press.
Espejo, Raúl y Harnden, Roger, eds. (1989), The Viable System Model, John Wiley & Sons.
Espejo, Raúl y Reyes, Alfonso (2011), Sistemas organizativos: La gestión de la complejidad con el modelo de sistema viable, Springer-Verlag.
Harnden, Roger y Leonard, Allenna (1994), How Many Grapes Went Into the Wine: Stafford Beer on the Art and Science of Holistic Management, John Wiley & Sons.
Kilkelly, Shane y Thompson, Kyle, General Intellect Unit Podcast (2018, 2019), episodios 18, 19, 26, 31, 38, 40 y 41.
Lassl, Wolfgang (2019), La viabilidad de las organizaciones (3 volúmenes), Springer-Verlag.
Marx, Karl (1858), Grundrisse: Fundamentos de la crítica de la economía política, Martin Nicolaus, tr., Penguin.
Maturana, Humberto y Varela, Francisco (1980), Autopoiesis y Cognición, Riedel.
Maturana, Humberto y Varela, Francisco (1987, 1992), El árbol del conocimiento, Shambhala.
McCulloch, Warren S. (1988), Embodiments of Mind, MIT Press.
Medina, Eden (2014), Revolucionarios cibernéticos: Tecnología y política en el Chile de Allende, MIT Press.
Pask, Gordon (1975), Conversation, Cognition and Learning: A Cybernetic Theory and Methodology, Elsevier.
Phillips, Leigh y Rozworski, Michal (2019), The People’s Republic of Walmart, Verso Books.