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Marcelo Soto Olavarría

Marcelo Soto Olavarría

Un jóven colérico

El 15 de junio del presente año 2017 un joven universitario, estudiante de psicología, movido por su cólera empujó a una mujer de cincuenta y siete años, produciendo que ella cayera bajo las ruedas de un bus en movimiento.

Ella era una fiscalizadora contratada para evitar la evasión del pago de los pasajes. Previamente, otra fiscalizadora, apoyada por dos fiscalizadores varones, había hecho descender del bus a ese estudiante porque pretendía viajar sin pagar su pasaje. Durante el altercado que acompañó a la conminación ejercida por los fiscalizadores, el muchacho justificaba su infracción expresando su urgencia por acudir a su sede universitaria para rendir su tesis.

Ya en tierra, el joven detectó la presencia de la fiscalizadora de 57 años y, luego de avanzar algunos pasos, decide retroceder para abordarla. Supuestamente, el estudiante la habría increpado, dirigiendo hacia la mujer su indignación por lo que había experimentado. Finalmente la empuja, con el desgraciado resultado ya descrito.

Como consecuencia de ello, la mujer se encuentra internada en un hospital, aquejada por una seria dolencia cráneo facial que requiere una delicada intervención quirúrgica, además de un especializado tratamiento para asegurar la recuperación de la visión de su ojo derecho.

Por otra parte, el ministerio público le imputó al agresor el cargo de homicidio frustrado, por lo cual permanece bajo arresto.

Muchos se preguntarán cuál será la calidad de la atención que el futuro psicólogo brindará a las personas que deba entrevistar; legítima cuestión dada su irracional conducta.

Pero hay otra pregunta más importante sobre cuya respuesta debemos meditar todos los chilenos, y debemos hacerlo profundamente. Ella alude a la escala de los valores que motivan a ese joven, escala de valores que, en buena medida, modela la conducta de muchos de sus compatriotas. Su meta inmediata era la obtención de su título profesional la que, en principio, es inobjetable. Pero lo que es grave, y mucho, es que subordina a ese propósito el respeto a sus semejantes.

La práctica de la evasión del pago de pasaje implica ya una forma de desconocimiento de la pertenencia a un colectivo. Lamentablemente, en Chile hay demasiados de este tipo de “outsiders”.

Otras formas de no respeto hacia la sociedad a la que pertenecemos se aprecian en el desprecio por las responsabilidades que se han asumido; y la lista es aquí tan extensa que sólo señalaremos tres casos o grupos de casos: i) la colusión de las empresas para abusar de clientes o proveedores, estimulada hasta ahora por la impunidad de los ejecutivos que las implementan, ii) en política, no existen responsables por la muerte de más de mil niños en el Servicio Nacional de Menores, o, mejor dicho, los responsables existen, pero permanecen, nuevamente, inmunes, iii) la gran cantidad de conductores de vehículos que lo hacen en estado de intemperancia.

¡Qué expresión más clara de desprecio al ser humano ha hecho este joven al desatar su cólera contra una desconocida!

¿Qué debiera suceder en Chile para que existiera mayor respeto entre nosotros?

He escuchado que en un país, el respeto por sus connacionales se induce desde la niñez, obligando a los pequeños a efectuar el aseo de baños y salas de clase de sus escuelas. Esto sucede en Japón, el mismo país en que los responsables, al reconocer los graves daños infringidos por ellos a la colectividad a la que pertenecen, cometen suicido. La proyectada nueva constitución debiera incluir un articulado dedicado especialmente a la formación de la niñez.

Dañina permisividad

Me resulta casi imposible recordar sin melancolía como, todavía a principios de este siglo, la actitud de los chilenos que subían por la puerta trasera de las antiguas micros, quienes enviaban su pago al conductor mediante la colaboración de los otros pasajeros, los que, además, le hacían llegar a ellos su vuelto.

¡Qué diferencia con los tiempos actuales! Ahora, incluso pasajeros de barrios acomodados, sencillamente, suben a los microbuses sin pagar su pasaje. Más todavía, hay horarios en la noche en los que la elusión es del cien por ciento.

En otro ámbito, hay una cantidad alarmante de conductores de automóviles que lo hacen en estado de intemperancia alcohólica, incluso hay quienes ya han sido sorprendidos y penalizados por el mismo hecho.

Pero el menosprecio por nuestros semejantes no concluye allí.

Controladores de empresas hay que traman y consiguen vergonzosos procedimientos de colusión y encapuchados que atacan impunemente a carabineros. Asimismo, desde hace tiempo, no sólo actualmente, altos directivos de nuestras autoridades permanecen en sus cargos, pese al grave daño que sus acciones han infringido a sus compatriotas.

No puedo dejar de citar la reciente noticia de la muerte de 185 niñas y niños que han fallecido en diversos hogares para menores durante el último decenio.

La lista es larga, y, si nos proponemos diseñar una nueva constitución, o corregir la actual, no podemos ignorar la inmensa permisividad existente en nuestro país.

Los chilenos no nos encogemos de hombros ante estas realidades, muchos nos inquietamos o, incluso, nos indignamos, pero el producto resultante para el país es nulo, y la nueva constitución debiera promover, necesariamente, el respeto entre nosotros.

He escuchado que en un país, el respeto por sus connacionales se induce desde la niñez, obligando a los pequeños a efectuar el aseo de baños y salas de clase. Esto sucede en Japón, el mismo país en que los responsables de graves daños a su sociedad llegan al suicido.

Pienso que en Chile, una nueva constitución debiera contemplar mandatos que inculquen desde la niñez el respeto a sus semejantes, lo que debiera establecerse de manera explícita en más de un artículo, de manera tan específica como ya se ha establecido una relación entre la remuneración de los parlamentarios y los ministros. Y no debiéramos desperdiciar esta oportunidad.

Curiosidades británicas

Probablemente muchos lectores estarán en conocimiento de que en el Reino Unido, Australia y, probablemente, en casi todos los países que fueron colonizados por los británicos, la conducción vehicular debe hacerse por la izquierda.

Para esos lectores, el asunto carece de la menor importancia, pero, seguramente, podrían asombrarse si conocieran otras curiosidades de la vida cotidiana de los ingleses.

El sistema métrico decimal, pese a que su adopción fue discutida por el parlamento británico tan atrás en el pasado como en 1818, aun no ha conseguido desplazar a las “unidades imperiales”.

El rasgo característico del sistema métrico decimal es que los múltiplos o submúltiplos de cualquier unidad son factores del número 10: un kilómetro tiene 1.000 metros, y el metro, 100 centímetros, etcétera.

¿Cómo se miden en el Reino Unido las longitudes con las unidades imperiales?

Entre otras, ellos usan la yarda, que tiene como submúltiplo el pié compuesta de ….3 pies! Y, a su vez, 1 pié es igual a 12 pulgadas. Entonces, no nos sorprendemos tanto de que las pulgadas se subdividan en media pulgada, un cuarto de pulgada, etcétera.

Debemos reconocer, sin embargo, que en materia de su sistema monetario han hecho un esfuerzo. En la década de los setenta, tuve una profesora de inglés que nos enseñó que su signo monetario, la libra, equivalía a 20 chelines, y que cada chelín equivalía a 12 peniques. ¡También existía la guinea, que equivalía a 21 chelines! El esfuerzo al que me refiero consiste en que hoy los británicos usan los centavos de libra, y chelines y peniques han desaparecido. Confieso desconocer cuál es actualmente la unidad usada para medir la temperatura y es posible que hayan dejado de lado sus grados Fahrenheit, con los cuales el agua hierve a 212 grados, y se congela a los 32.

El mismo George Bernard Show ironizaba sobre lo caprichosa de la pronunciación inglesa, según la cual el mismo par de vocales tiene distintos sonidos dependiendo de la palabra en que ese par de vocales fuera empleado.

¿Puede asombrarnos, entonces, que los británicos recurran al brexit para marginarse de una alianza de la cual se beneficiaban económicamente?

¿Cogobierno del profesorado?

Llama la atención que tanto en los debates políticos como en las entrevistas que se han efectuado en torno a la huelga del profesorado se haya hecho tan escasa referencia al desconocimiento que ha hecho ese gremio de la función parlamentaria. Al oponerse al ingreso del proyecto de ley de formación docente al congreso, el gremio le está negando una competencia que los chilenos le hemos asignado a ese poder del estado.

¿Cómo hubiéramos reaccionado los chilenos si la banca se hubiera paralizado ante un proyecto de ley del  Ministerio de Hacienda que los afecte directamente, hasta que ese proyecto fuera modificado según sus intereses?.

Mi hija mayor es profesora y conozco perfectamente el agobio que le plantean sus horas no lectivas y lo menguado de su remuneración. Esta constatación no solo es individual: la medrada situación del profesorado es suficientemente conocida y no hay chileno que se oponga su mejoramiento.

Pero lo objetable es la actitud de aquellos que promueven maliciosamente la huelga, eludiendo el meollo de la controversia, cual es el tema de la evaluación, centrándolo, en cambio, en lo bajo de las remuneraciones. Un ejemplo de esto puede apreciarse en la edición 173 del prestigioso semanario de esta comuna, el Cuarto Poder, donde se hace una ociosa comparación –por todos conocida- entre las remuneraciones de los profesores y las de las figuras de la televisión. Le agradecemos al articulista que haya omitido la comparación con los jugadores de nuestra selección de futbol.

Se percibe una dolorosa radicalización en un gremio en que debiera predominar la serenidad y, sobre todo, la voluntad de reconocerse como modelo de sus educandos.

Esa falta de serenidad tuvo como víctimas, entre otras, a panelistas del programa televisivo Tolerancia Cero, quienes se lamentaron en su programa del 21de junio de haber sido objeto de ofensas por parte de algunos profesores que así reaccionaron ante sus opiniones de periodistas.

Tampoco fue acogida serenamente la investigación del diputado Giorgio Jackson destinada a determinar los nuevos niveles de remuneración que arrojaba el proyecto de ley, cuyo resultado, pese a reflejar valores positivos para el profesorado, no fue reconocida como útil y el parlamentario recibió las ya habituales descalificaciones de parte de un grupo de profesores.

La opinión pública informada se ha percatado de las luchas intestinas por el control del gremio y de cómo ellas inciden en las opciones que son adoptadas, ahora asumidas por una asamblea poco conocedora de detalles importantes del proyecto y dirigida emocionalmente por líderes radicalizados,  disidentes de la actual mesa directiva.

Un profesor, a quien conozco hace varios años y al que le reconozco un acabado conocimiento de las reformas que ha elaborado el Ministerio de Educación, me expresó hace poco su sorpresa por la ignorancia sobre el proyecto que manifiestan muchos de sus colegas. Este juicio es compartido por Ernesto Treviño, doctorado en educación de la Universidad de Harvard,  quien sostuvo en una entrevista del “Primer Café” de la radio Cooperativa el viernes 26 de junio que “existe una campaña de desinformación y que poca gente se ha leído el proyecto”, añadiendo que los únicos colegios municipales que sobrevivirán serán los de las localidades rurales, puesto que los establecimientos de las comunas urbanas perderán masivamente a sus alumnos, que próximamente se dirigirán a los colegios particulares subvencionados gratuitos.

Era esperable que la conducción asambleísta del gremio desconociera el llamado de la UNICEF (el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia), cuyo representante para Chile, Hai Kyung Jun, expresara que “nos preocupa que el derecho de los niños, niñas y adolescentes a aprender se está viendo claramente afectado”. No sorprende que el irrespeto a la democracia, -que no otra cosa es el desconocimiento de la función parlamentaria-, lleve a algunos a omitirse ante una obligación que da cumplimiento al derecho humano de la educación.

 

Ni la banca, ni el profesorado, ni gremio alguno puede convertirse en co-gobernador, para que podamos sentir que vivimos en una pasable democracia.

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