Un jóven colérico
El 15 de junio del presente año 2017 un joven universitario, estudiante de psicología, movido por su cólera empujó a una mujer de cincuenta y siete años, produciendo que ella cayera bajo las ruedas de un bus en movimiento.
Ella era una fiscalizadora contratada para evitar la evasión del pago de los pasajes. Previamente, otra fiscalizadora, apoyada por dos fiscalizadores varones, había hecho descender del bus a ese estudiante porque pretendía viajar sin pagar su pasaje. Durante el altercado que acompañó a la conminación ejercida por los fiscalizadores, el muchacho justificaba su infracción expresando su urgencia por acudir a su sede universitaria para rendir su tesis.
Ya en tierra, el joven detectó la presencia de la fiscalizadora de 57 años y, luego de avanzar algunos pasos, decide retroceder para abordarla. Supuestamente, el estudiante la habría increpado, dirigiendo hacia la mujer su indignación por lo que había experimentado. Finalmente la empuja, con el desgraciado resultado ya descrito.
Como consecuencia de ello, la mujer se encuentra internada en un hospital, aquejada por una seria dolencia cráneo facial que requiere una delicada intervención quirúrgica, además de un especializado tratamiento para asegurar la recuperación de la visión de su ojo derecho.
Por otra parte, el ministerio público le imputó al agresor el cargo de homicidio frustrado, por lo cual permanece bajo arresto.
Muchos se preguntarán cuál será la calidad de la atención que el futuro psicólogo brindará a las personas que deba entrevistar; legítima cuestión dada su irracional conducta.
Pero hay otra pregunta más importante sobre cuya respuesta debemos meditar todos los chilenos, y debemos hacerlo profundamente. Ella alude a la escala de los valores que motivan a ese joven, escala de valores que, en buena medida, modela la conducta de muchos de sus compatriotas. Su meta inmediata era la obtención de su título profesional la que, en principio, es inobjetable. Pero lo que es grave, y mucho, es que subordina a ese propósito el respeto a sus semejantes.
La práctica de la evasión del pago de pasaje implica ya una forma de desconocimiento de la pertenencia a un colectivo. Lamentablemente, en Chile hay demasiados de este tipo de “outsiders”.
Otras formas de no respeto hacia la sociedad a la que pertenecemos se aprecian en el desprecio por las responsabilidades que se han asumido; y la lista es aquí tan extensa que sólo señalaremos tres casos o grupos de casos: i) la colusión de las empresas para abusar de clientes o proveedores, estimulada hasta ahora por la impunidad de los ejecutivos que las implementan, ii) en política, no existen responsables por la muerte de más de mil niños en el Servicio Nacional de Menores, o, mejor dicho, los responsables existen, pero permanecen, nuevamente, inmunes, iii) la gran cantidad de conductores de vehículos que lo hacen en estado de intemperancia.
¡Qué expresión más clara de desprecio al ser humano ha hecho este joven al desatar su cólera contra una desconocida!
¿Qué debiera suceder en Chile para que existiera mayor respeto entre nosotros?
He escuchado que en un país, el respeto por sus connacionales se induce desde la niñez, obligando a los pequeños a efectuar el aseo de baños y salas de clase de sus escuelas. Esto sucede en Japón, el mismo país en que los responsables, al reconocer los graves daños infringidos por ellos a la colectividad a la que pertenecen, cometen suicido. La proyectada nueva constitución debiera incluir un articulado dedicado especialmente a la formación de la niñez.
- Publicado en Blog de Opinión
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